Al borde de la bancarrota se encontraba Cuba en la década de los 50 del pasado siglo, como consecuencia de una crisis estructural de su economía iniciada a mediados de los años 20, la cual ningún gobierno en lo adelante pudo revertir.
Sin embargo, no faltan quienes desde el exterior, afanados en presentar a Fulgencio Batista Zaldívar como un paradigmático y exitoso presidente, afirman que la Cuba de entonces era una floreciente nación, con el malsano empeño de hacer ver que la lucha insurreccional fue un mero capricho y su triunfo sumió al país en el caos y la pobreza.
Para profundizar en la realidad cubana de los años 1952 a 1958, recurrimos a la doctora Francisca López Civeira, Premio Nacional de Historia 2008, profesora de la Universidad de La Habana y vicepresidenta de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), quien para adentrarse en el tema, aclara:
“Hay que comenzar por entender cuál era la situación de Cuba en sentido general en la década de los 50, pues de lo contrario no se podrá comprender nada de lo que estaba pasando en ese contexto y lo que representaron no solo el golpe de Estado, sino también la política económica de Batista y sus resultados.
“Por eso es necesario preguntarse: ¿por qué un golpe de Estado?, pues generalmente este se ve como el voluntarismo de un señor llamado Fulgencio Batista, y aunque esto estuvo presente no se puede explicar lo ocurrido sin tener en cuenta el contexto y por qué fue posible.
“Cuando analizamos ese período del pasado siglo en el aspecto político, resulta insoslayable pensar en lo que representaron los años de gobiernos auténticos. Recordemos el proceso revolucionario de los años 30, el cual implicó reacomodos de fuerzas y programáticos, que dieron una primacía a las políticas reformistas presentes hasta inicios de los 50.
“En la década de los 20 empezaron las primeras expresiones de la crisis estructural de la economía cubana; eso marcó el momento de agotamiento del modelo económico del país y evidenció la necesidad de modificar, cambiar o transformar su estructura económica. Machado fue la primera respuesta, desde los grupos de poder, y no pudo resolver el problema porque los márgenes del sistema de dependencia neocolonial pueden paliar, pero no transformar”.
El verdadero rostro de la década de los 50
“Al arribar a ese decenio, la situación cubana era muy seria, pues la estructura económica no había sido resuelta, sino que se había agudizado. Este es un elemento clave para entender qué ocurría en ese período. La esperanza auténtica se desgastó en el poder, y surgieron otras fuerzas, fundamentalmente la ortodoxa, la cual generó una movilización en la conciencia cívica de la población y creó un ambiente de cuestionamientos que era obligatorio tener en cuenta. Aún más, cuando la imagen de los partidos políticos surgidos o reorganizados después de los años 30 se había debilitado por su demostrada incapacidad de solucionar el problema”.
Afirma la doctora López Civeira que al arribar a los años 50, a la crisis económica estructural se sumaba una crisis política, porque las fuerzas actuantes no representaban reales perspectivas de solución, y la ortodoxia, que de alguna manera rescataba esa esperanza, sufrió un gran golpe con el suicidio de su líder, Eduardo Chibás, en 1951.
Ante la interrogante de cómo se procedió en lo económico tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, comenta:
“Desde 1948 y durante toda la década referida, Cuba se encontraba inmersa en un debate muy fuerte sobre los problemas de la economía. Es importante mencionar la Conferencia para el Progreso de la Economía Nacional, convocada en 1948 por la Asociación Nacional de Industriales de Cuba con el objetivo de discutir en torno a qué hacer al respecto.
Un año después, el Chase National Bank presentó al Gobier no de Carlos Prío un denominado plan para el Desarrollo Económico de Cuba; y al siguiente apareció el libro El empleo y la población activa de Cuba, de Hugo Vivó, contentivo de unas conferencias ofrecidas en la Sociedad Económica de Amigos del País. Solo cito hitos que indican la existencia de ese debate que tenía lugar en relación con la economía, la industria, el empleo y el desempleo.
“Un documento esencial es el Informe Truslow, elaborado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), a partir de una investigación realizada en 1950 y publicada en 1951. En mi opinión, ese documento es imprescindible para entender lo ocurrido después, pues al estudiar seriamente la situación sus autores concluyeron que la economía cubana se mantenía de una industria que no crecía desde hacía 25 años. No hablaban de crisis, pero de hecho la describían, y decían que Cuba estaba abocada a un callejón sin salida.
“¿Qué proponían? Crear un clima apropiado para las inversiones, pero productivas, porque las que se hacían eran inmobiliarias, y de otros tipos, en las cuales el capital estaba más seguro, pero indicaban que para ello había que eliminar buena parte de las ventajas logradas por los trabajadores y fortalecer la organización patronal.
“Evidentemente, para los grupos de poder esa solución no podía darse con un gobierno salido de las elecciones en el año 1952, porque estos no serían los que podrían aplicar una política de mano dura y crear condiciones para incentivar las inversiones”.
Ello se debía al arraigo popular de la doctrina de adecentamiento público enarbolada por Chibás, cuyo suicidio aún conmocionaba a sus seguidores, y a que, por ejemplo, “mientras la Asociación de Indus triales de Cuba apostaba por una diversificación de la economía, los azucareros y la burguesía comercial importadora lo hacían por defender el azúcar y el mercado estadounidense para esta, mercado limitado por las leyes de cuotas, que cada vez reducían más la participación de Cuba. Además, no se trataba solamente de reprimir o eliminar todas las ventajas obreras, sino de imponer cuestiones como el despido compensado, y la automatización y mecanización de toda una serie de actividades, lo cual implicaba desempleo.
“En tales circunstancias, un gobierno fuerte constituía realmente una necesidad para los grupos de poder internos y externos; Batista podía llenarla, porque en él se combinaban la ambición personal y una circunstancia que posibilitaba o facilitaba un gobierno como el que podría encabezar. Es en ese contexto donde debe situarse el golpe de Estado para, a partir de él, entender por qué se desarrolló una determinada política económica que es, quizás, lo más ponderado por los batistianos, puesto que la represión, torturas, asesinatos…, son innegables”.
El debate actual se centra en la política económica de Batista, que en sus líneas generales, con la diferencia del tiempo transcurrido, retomó muchos de los elementos claves de la instrumentada por Machado. Se enfrentaba al mismo problema, pero agudizado.
En su segundo período presidencial, asumido por la fuerza mediante el golpe de Estado de 1952, Batista tuvo ante sí los resultados del Censo de Población y Vivienda de 1953, de significativo interés por constituir un verdadero retrato de la situación existente en el país, comenta la doctora Francisca López Civeira, quien puntualiza:
“En ese censo se concluye que de casi dos millones de personas de 14 años en adelante, por ellos consideradas como posiblemente activas desde el punto de vista de la economía, el 48,5 % estaba inactivo, sin dejar de tener en cuenta que en aquella época las mujeres, representativas del 13,7 % del total, tenían muy pocas posibilidades de trabajo, y por consiguiente en ellas el desempleo era mucho mayor. Esa realidad planteaba un problema social que podía ser explosivo”.