El convenio aún debe ser avalado por los Parlamentos de Ucrania y de todas las naciones de la UE, aunque parte del mismo entrará en vigor dos meses después de su ratificación por la Rada Suprema (Parlamento ucraniano).
Especialistas rusos se han referido a las cuantiosas pérdidas que traerá a Ucrania la firma del acuerdo, ya que antes de lograr la competitividad de sus productos el país tendrá que reajustar su economía a los estándares europeos a un costo de cientos de millones de euros.
Kiev tuvo oportunidad de profundizar su interacción con los países de la Unión Aduanera integrada por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, con los que sostenía intercambio comercial. Se estima que la ausencia de esas relaciones producirá al segundo país más grande de Europa mermas millonarias.
Moscú, por su parte, ha reiterado que protegerá su mercado interno del flujo de mercancías europeas exentas de aranceles, no obstante, el Gobierno de Poroshenko parece inclinado a considerar que mantendrá igual el intercambio con Rusia.
Leonid Reshétnikov, al frente del Instituto de Estudios Estratégicos de Rusia, ha explicado que la producción industrial de regiones como Járkov, Zaporozhie, Dniepropetrovsk, Odesa, Nikoláev, Donetsk y Lugansk, que era importada anteriormente por Rusia, no tendrá demanda en la UE, donde se fabrica lo mismo pero de diferente calidad, vaticinando, por tanto, el cierre de plantas que conllevará a la pérdida de miles de puestos de trabajo.
El presidente ruso, Vladimir Putin, señaló que el golpe de Estado en Ucrania, y la imposición a elegir entre Europa o Rusia condujeron a la fragmentación de la sociedad y su confrontación interna, que ya ha dejado cientos de víctimas y miles de desplazados.
Es difícil no pensar que los acuerdos firmados por la Unión Europea no solo con Kiev, sino también con Georgia y Moldavia, otras dos repúblicas exsoviéticas, no impliquen velados propósitos contra Rusia, no solo económicos, sino también militares.