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A la vista, la Fiesta del Fuego

El desfile de la serpiente, en la Fiesta del Fuego. Foto: AIN
El desfile de la serpiente, en la Fiesta del Fuego. Foto: AIN

Santiago de Cuba acogerá como cada año el Festival del Caribe, la Fiesta del Fuego, una de las más importantes citas del panorama regional. Más allá de la trascendencia de sus acciones puntuales, conviene reflexionar sobre su impacto en la cultura caribeña, crisol singular.

¿Existe de verdad una cultura caribeña, única, perfectamente definible? La pregunta aflora constantemente en sesiones teóricas. Lo cierto es que en esta región del mundo, en este rosario de islas y zonas costeras continentales que baña el mar Caribe, hay un conglomerado multicolor de culturas, marcadas por disímiles procedencias.

Primero, a diferencia del panorama general latinoamericano (al que estas islas se integran por intereses y proyecciones más o menos comunes), aquí coexisten varios idiomas: español en las islas mayores, inglés en buena parte de los territorios colonizados por Gran Bretaña, francés en otras naciones y dependencias, holandés… y por supuesto, los dialectos que surgieron del choque de lenguas.

El Caribe fue zona de encuentros casi nunca pacíficos, que fraguaron las identidades de estos pueblos. El colonizador se sirvió de los esclavos negros, procedentes de África: ahí está uno de los basamentos de esta mezcla. En los territorios continentales se mantuvieron vivas (a pesar de la explotación indiscriminada) las poblaciones aborígenes, las culturas precolombinas.

Y luego está el maravilloso mestizaje (mucho más presente en antiguas posesiones españolas, ya se sabe que los hispanos eran más proclives a la mezcla), que en definitiva marca la manera de ser de esta región. No vivimos en un entorno de purezas intocadas. Mestiza es nuestra cultura. Ahí está la diferencia y ahí también el principal aglutinante.

El diálogo de todas las naciones y territorios ha trascendido las circunstancias políticas. El Caribe habla un idioma común más allá de las diferencias: las artes y las letras, las tradiciones esenciales y domésticas son su principal plataforma.

Por eso en Santiago de Cuba, la más caribeña de nuestras ciudades, confluyen armoniosamente manifestaciones y acercamientos disímiles. El Caribe es uno: múltiple y vibrante.

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