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Raúl Roa García: Verbo, fragua, centella…

Raúl Roa en la ONU defendiendo la Revolución cubana.

Como “larguirucho, flaco, intranquilo, ojigrande, orejudo, ojillos soñadores con relumbres de ardilla, a veces melancólico, jocundo casi siempre, lenguaraz a toda hora”, se describió al referirse a su adolescencia Raúl Roa García, el inquieto joven que en 1925 llegó a la Universidad de La Habana para licenciarse en Derecho y Filosofía y Letras.

Pero también lo hizo como revolucionario, cuya consecuencia inicial ocurrió un año después de su llegada al recinto universitario al ser enviado a prisión por participar en una protesta contra la intervención de Estados Unidos en Nicaragua. Sus inquietudes políticas, consolidadas quizás por su estrecha unión con Rubén Martínez Villena desde 1927, le condujeron a enfrentar el régimen tiránico de Gerardo Machado e integrar la Liga Antimperialista, el Directorio Estudiantil Revolucionario, el Ala Izquierda Estudiantil, y la nómina de profesores de la Universidad Popular José Martí, de la cual Julio Antonio Mella fue el principal impulsor.

Con Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau y otros destacados jóvenes, asumió la lucha como única vía posible para efectuar los urgentes cambios económicos, políticos y sociales que requería la sociedad cubana. Acerca de las razones que lo impulsaron a adoptar esa postura, explicó:

“Descubrí que era revolucionario el día que me sentí disconforme con el mundo restante y anhelé uno más justo y bello: Mella contribuyó decisivamente y acaso también el sedimento inconsciente de mi progenie mambí, a la sombra iluminada de mi abuelo, Ramón Roa”.

Su extenso historial de enfrentamientos a los Gobiernos que imperaron en Cuba, de los cuales fue uno de los más mordaces y agudos críticos, le reservó un lugar prominente entre los intelectuales más comprometidos de la época.

Diplomático de marca mayor

Culto, sagaz, honesto y firme en sus convicciones, Raúl Roa García fue la persona elegida para hacerse cargo del Ministerio de Estado (posteriormente de Relaciones Exteriores), el 11 de junio de 1959. A esa misión dedicó toda su inteligencia y energías. Desde las tribunas internacionales defendió con firmeza el derecho de los cubanos a labrar su futuro soberano e independiente, y enfrentó cuanta campaña orquestó Estados Unidos en su afán por desacreditar a la Revolución cubana.

Su verbo encendido se convirtió en látigo para desmontar todas y cada una de las calumnias vertidas en contra del proceso cubano y sus principales figuras dirigentes, en especial de Fidel, máximo inspirador de lo que acontecía en el país.

De leyenda son sus intervenciones ante la Asamblea General de la ONU, donde entre muchas de sus contundentes exposiciones trascendió la de abril de 1961 cuando, en medio de la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón, demostró con pruebas irrefutables la participación directa del Gobierno de Estados Unidos en aquel acontecimiento. Desde entonces, y por siempre, para sus compatriotas se convirtió en el Canciller de la Dignidad.

Aquel talentoso intelectual, seguidor de los ideales de Martí y Fidel, falleció el 6 de julio de 1982, dejando a las actuales y futuras generaciones el inapreciable legado que representan su integridad revolucionaria y su firme defensa de la verdadera imagen de la Revolución cubana ante el mundo.

Al referirse a su impronta en la historia nacional, algunas personalidades cercanas a él compartieron sus impresiones:

“Aportó, desde su vasta cultura, su ferviente patriotismo y su pasión revolucionaria, una nueva dimensión al concepto de cubanía”. (Manuel E. Yepe).

“… en las memorables sesiones de la ONU (…) su atropellado torrente verbal dejaba con las manos impotentes en alto a los que en la estrecha cabina se esforzaban por traducir a un idioma conocido el lenguaje de la centella y del fuego graneado…” (Fina García Marruz).

“Las lecciones de Raúl Roa pueden ser trascendentes para la formación de la juventud cubana. Como una labor de forja en el yunque: ritmo de martilleo, soplo de fragua, ardor que ablanda y moldea”. (Fernando Ortiz).

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