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Historia de ippones bien contada

Oscar Braison, bronce y última presea de Cuba en el Grand Prix. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Oscar Braison, bronce y última presea de Cuba en el Grand Prix. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Por espacio de tres días, La Habana fue la capital del judo, gracias al primer Grand Prix organizado en nuestro país, que dejó para Cuba el segundo lugar por países (detrás de Georgia) e igual puesto para nuestra selección femenina (superada por Francia), en tanto varias notas competitivas y organizativas merecen ser contadas como fueron, con luces y sombras.

Las muchachas del profesor Ronaldo Veitía se alzaron con las coronas en los 48 y 52 kilogramos, con Maria Celia Laborde y Yanet Bermoy, respectivamente, quienes se afianzaron como candidatas ideales para un ciclo olímpico que recién comienza, sin descartar a Dayaris Mestre (48), plata ahora y que puede moverse a 44 kilos en algunos certámenes y debe tener la oportunidad de disputarle a Laborde la única plaza en esa categoría hacia Río de Janeiro 2016.

La otra división poderosa de nuestra escuadra (+78 kg), con la titular mundial y olímpica, Idalis Ortiz y la campeona universal de cadetes, Gusmary García, quedó muy debajo de sus posibilidades. La alemana Franziska Konitz venció por segunda vez en el año a Idalis —lo hizo en febrero, en Düsseldorf— y luego la francesa Emilie Andeol la imitó en la discusión del bronce, por lo que la artemiseña terminó quinta con par de derrotas que le costará olvidar, pues su público coreaba deseoso su nombre.

Alentadores resultaron los bronces de Aliuska Ojeda (57 kg) y Yalennis Castillo (78 kg), por causas diferentes. La primera es todavía una principiante en estas lides, en tanto la subcampeona olímpica de Beijing mostró su tradicional garra y calidad, a pesar de caer ante la titular mundial del 2011, la francesa Audrey Tcheumeo.

Maricet Espinosa (63 kg) cumplió en su entorno con un tercer puesto que incluyó victoria sobre la israelita y vigente monarca del orbe, Yarden Gerbi, mientras Onix Cortés (70 kg) sigue en deuda con los podios, a pesar de su alto nivel técnico. Del resto, el fogueo a este nivel lo agradecerán en meses venideros.

En el caso de los hombres, la ausencia por lesión del líder Asley González (90 kg) limitó las mayores posibilidades de celebrar una dorada, al tiempo que Magdiel Estrada (73 kg) se convirtió en la figura grande con una electrizante plata que incluyó éxito sobre el belga Dirk Van Tichelt, primero del ranking internacional.

Nuestras cartas en las categorías de menos peso, Javier Peña (7mo-60 kg) y Gilberto Solar (5to-66 kg) se vieron con futuro, mientras otro aspirante al trono, Oscar Braison (+100 kg), fue inexplicablemente sorprendido por el desconocido húngaro Barna Bor cuando solo restaban segundos para incluirse en semifinal, aunque por bronce liquidó con uno de los más espectaculares ippones de la lid al georgiano Levani Matiashvili.

En cuanto al evento, los esfuerzos organizativos fueron tantos, que mereció una mejor estrategia de comunicación para llevar hasta el Coliseo de la Ciudad Deportiva a niños de escuelas cercanas y practicantes de artes marciales —no solo judo— a un evento histórico, con cuatro campeones olímpicos —por cierto, solo uno se coronó, la estadounidense Kayla Harrison (78 kg)— y múltiples medallistas universales y continentales.

Es cierto que faltaron dos naciones claves: Sudcorea y Japón, pero el brillo de los triunfadores no se opacó, pues a lides en Asia no siempre van tantos países (40) de América y Europa como los que vinieron a La Habana. El judo cubano cumplió, aunque muchos quedamos insatisfechos, por esas victorias que no aparecieron para más preseas. Ojalá y en el 2016 lleguen con más fuerza.

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