Porque Garzón Céspedes, “maravilloso –como aseguraba el autor de Rayuela—, entrega el prodigio de cada una de las palabras”. Afirmación que queda demostrada con la lectura del volumen titulado Normales los sobrevivientes / Cuentos para dos mordiscos (Ediciones Matanzas, Colección Puentes, 2013, 96 pp), en que se agrupan textos que confirman la maestría del autor en el panorama de la narrativa hiperbreve escrita en el mundo de entre siglos.
Estructurado a partir de varias colecciones aparecidas en los últimos años, en Normales los sobrevivientes… se reúnen textos –fechados entre la segunda mitad de la década del noventa del siglo XX y el 2012— que, desde una sugestiva y sugerente mirada, proponen indagar, cuestionar, reflexionar, sobre esas sensibles y complejas realidades y problemáticas que acompañan al hombre en su mundo.
Con un evidente, preciso e inteligente dominio del discurso narrativo, este libro se propone, y logra, esa síntesis imprescindible a alcanzar por todo autor que aspire –más allá de las fronteras de lo circunstancial— a la trascendencia de sus textos hiperbreves, para así convertirse en verdaderas piezas antológicas, no solo por los recursos literarios manejados, sino por el alcance de las fabulaciones contadas.
La palabra, en poder de Francisco Garzón Céspedes, adquiere, así, nuevos, insospechados y luminosos significados. No solo sirve para definir lo establecido. Es, también, como un puente a la imaginación, a la recreación, a la invención. Es un vehículo para que el lector fabule otros espacios, otros escenarios, otras realidades, otros mundos…
En una de las secciones del libro, “Cuentos del amigo”, es posible encontrar textos tan incitantes como estos:
Ser
El amigo no está en las buenas y en las malas. El amigo es, y como es, está.
Presencia real
El amigo no es una montaña. No requiere ser la más alta de las cumbres para ser su amigo. Da lo mismo si es estremecida llanura o si cálido desierto que está. Se lo dejará claro para que no se convierta a ratos en estatua, a ratos en héroe fantástico.
Tren de cercanía
El amigo no ha partido, solo está de viaje.
Casi medio centenar de libros impresos, con más de medio millón de ejemplares, y numerosas ediciones digitales, avalan el prestigio del poeta, narrador, dramaturgo, director teatral, periodista y comunicólogo Francisco Garzón Céspedes (Camagüey, 1947), creador de la narración oral escénica –teoría que, desde Cuba y para el mundo, transformó la historia de la oralidad artística— y fundador y director de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE).
Imposible relacionar ahora la prolífica bibliografía de este infatigable escritor y hombre de la escena contemporánea. Más, a los interesados en la narración breve, llegue la sugerencia de leer Los 1111 pequeños cuentos del hombre que amaba contar (2012), un volumen de obligada referencia, que confirma una verdad incontrovertible: su autor es dueño no sólo de historias interesantes, sino también de los más insospechados medios para contarlas.
En Normales los sobrevivientes…, como acertadamente comenta otra narradora, Salomé Guadalupe Ingelmo, es “donde lo onírico y simbólico cobra una dimensión catártica y liberadora. Donde el lúcido y agudo análisis de la realidad convive con una medida y calculada locura: la dosis justa para inocular confianza en la utopía. Pertrechado de un humor mordaz pero compatible con la más fraternal ternura, Garzón Céspedes empuja, en realidad, a no sobrevivir de cualquier modo; a vivir con mayúsculas en pos, aún, del sueño”.
Aunque pueda parecer una evidente contradicción, Normales los sobrevivientes… es, a la vez, síntesis y expansión. Francisco Garzón Céspedes, al reunir en este cuaderno una muestra de sus textos hiperbreves, demuestra la insólita permanencia que puede alcanzar la palabra escrita, cuando nace de ese hermoso empeño de enaltecer la existencia humana. Así, leer estos “cuentos para dos mordiscos” es acercarse a presencias y esencias, a raíces y ramas, a arroyos y mares, a estrellas y constelaciones…