Lázaro Peña y el sindicato que queremos

Lázaro Peña y el sindicato que queremos

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Hace poco le escuché decir a un dirigente sindical: a mí lo que me toca es defender a los trabajadores, y tenía razón pero solo a medias. Porque con la misma fuerza que actúe en la defensa de los derechos ha de reclamar el cumplimiento de los deberes.

Así lo señaló Lázaro Peña y agregó que los dirigentes sindicales cumplen con su papel también cuando les dicen a los trabajadores que no se puede obtener lo que no seamos capaces de crear.

No se trata solo de palabras sino de argumentos obtenidos a partir del conocimiento cabal del quehacer del centro, de la realidad del sector y del país, de las leyes laborales y de lo que piensan y sienten aquellos a los que ese dirigente sindical representa.

“Cuando el dirigente no tiene contacto con la masa, contacto vivo, señaló Lázaro, se entera poco de los derechos, porque de los derechos se habla en la masa; cuando su contacto diario y vivo es solo con la dirección, entonces siempre se entera de los deberes, porque los deberes emanan principalmente de la dirección”; de ahí que la relación deba ser con ambas partes, de manera permanente.

En el caso de sus vínculos con la administración, le corresponde una doble tarea: cooperar con ella, porque es la encargada de administrar los bienes de los trabajadores como dueños de los medios de producción, “nuestra administración”, como la llamó el Capitán de la clase obrera, y a la vez, ser un celoso vigilante de su comportamiento para ayudarla a superar sus debilidades y errores.

Tales responsabilidades reclaman de los sindicalistas a todas las instancias cada vez más una mayor preparación que no se logra únicamente en cursos sino en el batallar diario en contacto con los problemas, porque no se concibe un dirigente sindical que asista a un consejo de dirección solo para “calentar el asiento”, sino para aportar en el análisis de los asuntos que allí se expongan y después debatirlos con los trabajadores en su escenario natural: la asamblea o el día a día.

¿Cómo lo hacía Lázaro? Así lo describió el veterano dirigente sindical Luis Martel Rosa: “Llegaba sonriente a una asamblea, hablando con los trabajadores que venían a saludarlo. Entraba alegre, jodedor, metiéndose con la gente, porque conocía a muchas personas. Nunca lo vi responder en mala forma (…) Nunca interrumpía a nadie. Dejaba que cada compañero hablara, y después iba deshojando las cosas que no tenían un contenido apropiado, que afectaban a la economía, al país, a los trabajadores; e iba convenciendo”.

Como señaló Lázaro, al sindicato le son ajenos los procedimientos coercitivos, impositivos, porque cuando se aplican, reflexionaba, el resultado es que una parte de los trabajadores si no votan con las manos lo hacen “con los pies”, o sea, adoptan una actitud indiferente ante las tareas y “todos los días hacen lo que quieren y no lo que nosotros quisiéramos que hicieran”.

¿Se cometen desaciertos en el empeño por avanzar? Lázaro demostró que esas equivocaciones coyunturales hay que enfrentarlas con valentía y realismo. Lo hizo él mismo durante el proceso previo al XIII Congreso de la CTC, al convencer de la necesidad de derogar la Ley 270, concebida para premiar con el 100 % de su salario a determinados trabajadores cuando se jubilaran, cuya aplicación se distorsionó al punto de que resultaba insostenible económicamente para la nación.

Sobre ello nos entregó una medular reflexión: “Luego de nuestras decisiones no faltarán los que dirán: Y si estaba mal. ¿Por qué lo hicieron? Y tenemos que contestarles (…) que los errores que hayamos cometido, (…) son mínimos si se comparan en el camino glorioso de haber sacado en la breve existencia de nuestra Revolución, a nuestro país de la condición de semicolonia y convertirlo en el primer país socialista de América”.

Y subrayó algo que mantiene absoluta vigencia: “Nosotros podemos rectificar errores pasajeros como esos, lo que no podrán rectificar jamás los imperialistas, es que ya no mandan en este país (…) Eso es lo que no tiene vuelta, lo que no tiene rectificación”.

Corresponde hoy más que nunca a los dirigentes sindicales estar atentos a las posibles causas de los tropiezos para ayudar a solucionarlos a tiempo; junto a ello, deben sentirse responsabilizados y alentados por los éxitos, como expresó Lázaro, quien con su excepcional magisterio les mostró las claves para avanzar: los deseos de hacer, la capacidad de sobreponerse a las dificultades y la confianza en el porvenir.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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