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Martí en familia

En el seno de esta familia de trabajadores santiagueros, Martí ha echado raíces para trascender más allá de la muerte. Foto: Leonardo de Jesús Navarro
En el seno de esta familia de trabajadores santiagueros, Martí ha echado raíces para trascender más allá de la muerte. Foto: Leonardo de Jesús Navarro

En la casa marcada con el número 133 del reparto Terrazas de Vista Alegre, en la ciudad de Santiago de Cuba, José Martí trasciende el retrato en la pared o una efigie sobre el escritorio, para tornarse savia, eslabón de generaciones, motivo de diálogo, presencia constante.

Es este, sin duda, un hogar martiano, no porque tal categoría esté instituida, sino porque cada uno de sus miembros ha encontrado una manera personal de acercarse al Apóstol y redescubrirlo.

Todo comenzó allá por los años 70, cuando Ricardo Hodelín Tablada no se imaginaba convertido en Doctor en Ciencias Médicas, especialista de segundo grado en Neurocirugía, investigador titular, profesor auxiliar, miembro de siete sociedades científicas y jefe del servicio de Neurocirugía del hospital provincial Saturnino Lora.

Por aquel entonces era solo un niño, a quien desde siempre su padre le habló del Maestro, mientras tijera en manos pelaba a sus amiguitos del barrio.

Tiempo después un texto mágico, Nuestro Martí, de Herminio Almendros, lo arrastró al mundo interior de aquel hombre que hoy le sigue pareciendo inagotable, a tal punto que hasta la fecha no ha dejado de sentirlo cercano, paciente, amigo, parte de su entorno familiar.

Mientras tuvo edad para ello el Seminario Juvenil Martiano fue espacio recurrente para encauzar sus ansias investigativas; luego sobrevino el paso a la Sociedad Cultural José Martí (SCJM), y a la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, de las cuales es miembro, o a cuanto lugar se abriera para honrar al héroe desde la búsqueda científica.

Según confiesa, para concretar tal empeño “nunca he tenido mejor compañía que mi esposa”, la doctora en Medicina Damaris Fuentes Pelier, especialista de segundo grado en Oftalmología, neurooftalmóloga, profesora e investigadora auxiliar, devenida sui géneris correctora de estilo, crítica y editora, no solo de sus investigaciones, sino también de las de sus dos hijos.

Y es que sus vástagos, Ricardo, a punto de concluir el Servicio Militar y ocupar un pupitre en la carrera de Periodismo, y Damaris, estudiante de cuarto año de Medicina, portan el “gen martiano” y dan continuidad a la obra de sus padres.

El orgullo familiar se multiplica y se comparte cuando cada uno hace sus aportaciones en torno al Héroe Nacional; por eso la casa fue toda alegría cuando el doctor Hodelín publicó el libro Enfermedades de José Martí, —en el que ahora trabaja para una segunda edición— y se desbordó de júbilo cuando el propio texto se alzó con el Premio Martiano de la Crítica Medardo Vitier 2008, y con el de la Academia de Ciencias 2013.

Pasa igual cuando Ricardito y Damarita, esta última presidenta provincial del Consejo de Jóvenes Plaza Martiana, el frente juvenil de la SCJM, indagan, escriben del Maestro y representan a Santiago de Cuba en diversos concursos sobre el tema, y en más de seis ediciones nacionales de los seminarios juveniles martianos con premios y menciones incluidas.

Pero nada de ello mengua las ganas de ahondar en la vida de ese cubano universal que tiene cobija en esta casa santiaguera, en la misma que ya se fraguan otras investigaciones, algunas relacionadas con dos de los médicos que atendieron al Apóstol: Ulpiano Dellundé Prado y Ramón Luis Miranda.

“Porque Martí es manantial”, dice el doctor Hodelín, y sus palabras encuentran eco en la esposa y los hijos, retumban por entre los cientos de libros que atesoran de y sobre el Maestro, y se quedan suspendidas en el aire, habitando los rincones de un hogar donde ha germinado el hombre de Nuestra América haciéndose cierta su frase: “Las familias son como las raíces de los pueblos”.

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