Texto y fotos: Reno Massola
El chirrido del frenazo se prolongaba en el tiempo. Tanto que imaginé que no sentiría ese golpe seco de los trastazos. Me equivoqué. ¡Sonó fuerte! Otro almendrón que se estrella.
La 41, antigua calzada de Columbia, es una avenida peligrosa como ninguna en la capital. Más de cinco kilómetros sin semáforo, desde 31 y 41 hasta 41 y 44, la convierten en una pista de carrera.
Muchos nos preguntamos como hacen los dueños de estos carros para lograr la autorización de circulación. ¿Cómo escapa esto a las autoridades pertinentes?
A ojos vista, todo el mundo adivina que esos trastes no tienen condiciones técnicas para rodar por las vías. Reequipados con motores que exceden el diseño técnico. Partes y piezas de marcas modernas. Los cristales no son de vidrio templado o de dos capas como los originales, ¡sino cristal del que se parte en cuchillas! ¿Qué diría el innovador Preston Tucker que tanto hizo por la seguridad de estos vehículos?
Es verdad también que no hay voluntad de sustituirlos. Los precios de los carros que comenzaron a venderse recientemente estaban escandalosamente altos.
Esta vez solo hubo lesionados. Pero parece que hay que seguir “tolerando” estos cacharros. Alguien está ganando mucha plata.
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