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Destilería Habana: sin margen a las equivocaciones

Foto: Agustín Borrego

Reynol Gómez observa atento los detalles en las columnas donde se procesa el alcohol. Fotos: Agustín Borrego.

Una y otra vez Reynol Gómez Fernández observa las añejas columnas donde se procesa el alcohol en la Destilería Habana, ubicada en la barriada de Lawton, en el municipio de Diez de Octubre. Mira los relojes y observa la temperatura; es la rutina del día, que no admite entretenimiento.

Desde hace años labora como destilador en ese centro. “Estoy pendiente de que no exista una rotura, un desperfecto técnico o alguna emergencia que produzca un incendio”.

La Destilería Habana es una de las más antiguas del país. Creada en 1945, aún es capaz de funcionar con equipos que datan de esa fecha. Según explicó a Trabajadores Margarita Laguardia Del Valle, jefa de la planta, ahí obtienen alcoholes de altísima calidad para clientes como la empresa comercializadora de medicamentos, Suchel y Bebidas y licores.

Es el único lugar del país donde se elabora, desde la década de los 40 del pasado siglo, el alcohol absoluto, destinado a las pruebas patológicas.

Precisamente por sus producciones, el centro es considerado un objetivo altamente peligroso en Diez de Octubre. “Los trabajadores tienen cultura de lo que hacen, por ejemplo, hay dos obreros que son los únicos aptos para soldar; saben cuándo pueden abrir la antorcha y en qué momento cerrarla, revisan sus manómetros cada vez que empiezan, si hay problema en la manguera enseguida apagan porque cualquier chispa significa un peligro y puede llevar a un siniestro”, aseveró la directiva.

Reconoció que en la actualidad tienen aprobada una inversión por el grupo azucarero Azcuba, cuyo monto es bien significativo a fin de hacer una red de protección contra incendios (PCI), como por ejemplo, implementar los sistemas Sadi, que automáticamente señalan cuándo se produce cualquier alarma en la fábrica.

Sin embargo, para ella, el arma más importante con que cuenta son los propios trabajadores: “Se les imparten muchos cursos de capacitación a través de la agencia de PCI.

“Tenemos cuatro brigadas y una que está como retén cuando la Destilería está apagada; esa la integran los custodios de guardia. Todos están preparados para lo que deben hacer en caso de una alarma”, enfatizó.

Cooperación imprescindible

El estrecho vínculo que mantiene la dirección de la entidad con el comando cuatro del referido municipio fue confirmado por su jefe, el capitán Pedro Mérida Ramírez.

Apuntó que en el 2010, luego de una inspección, al objetivo se le dictaron varias medidas en relación con la PCI. “Se determinó empezar un trabajo consciente y sistemático para rebajar los riesgos que tenían en ese momento. Hubo receptividad ante los señalamientos.

“Cualquier situación que tienen en relación con la PCI, inmediatamente acuden al comando a pedir ayuda. Se han realizado ejercicios prácticos, con el propósito de perfeccionar las brigadas destinadas a esos fines, las inspecciones efectuadas han determinado que el objetivo está protegido, dentro de las normas nuestras”, acotó.

Margarita Laguardia (primera de izquierda a derecha) significó la importancia de tener todas las áreas identificadas.

Asumir grandes inversiones fue un reto para la Destilería. Entre el 2004 y 2009 las producciones de la entidad se deprimieron grandemente, al punto de que en un año llegaron a trabajar unos 60 días y solo produjeron unos 3 millones de litros de alcohol.

“Ahora todo el proceso se ha recuperado, las mieles han aumentado, hemos ganado estabilidad en el grupo y contamos con la materia prima. El plan anual está en 10 millones de litros, así se justifica la inversión que aunque cara, se recupera más rápido.

“Nos faltan muchas cosas en el sentido inversionista, pero el capital humano que tenemos es de gran calidad y eso influye en que no hayamos tenido ningún incidente”, alegó Margarita Laguardia.

Resaltó la directiva la estrecha vinculación que tienen con los integrantes del comando cuatro. “Se mantienen inspeccionándonos y dándonos orientaciones; son los que en realidad capacitan a las brigadas contra incendios”, expresó.

El fin de todos

No es extraño encontrar a José Antonio Monzón casi en la entrada de la Destilería Habana. Es él quien atiende a los clientes que arriban al centro en busca de los diferentes tipos de alcoholes.

Diáfano y locuaz, está pendiente de todos los detalles. “Lo primero es que nadie fume, usted ve cómo lo indican las pegatinas. Tiempo atrás los carros se despachaban en la acera, ahora se amplió la puerta y cuando entran tienen que apagar los motores, se evita cualquier riesgo”, dijo.

Son normas establecidas y él se encarga de exigir. “Soy miembro de una brigada contra incendios, pasamos un curso hace como dos años”, precisó.

No es el único en la empresa que cumple con ello, todos tienen la misma percepción de riesgo y son los primeros vigilantes activos dentro de su entidad. Ana Irma Morales Góngora, actual jefa de seguridad y protección, destaca cómo inciden en la protección de los bienes y recursos del Estado. “En los puntos vitales del centro vamos corrigiendo y tomando medidas preventivas”, afirmó.

Para José Antonio Monzón está muy clara su responsabilidad.

Ella recordó que entre las insuficiencias detectadas en el 2010 estuvo la organización de los almacenes. “Ahora sobresale el orden, tienen la categoría nivel tecnológico uno, otorgada por el Ministerio de Comercio Interior”.

Con una extensa área de 9 mil 200 metros cuadrados y unos 60 trabajadores, la fábrica resalta por tener identificados todos sus espacios. “Los medios portátiles de extinción están en perfecto estado y los trabajadores saben cómo emplearlos”, señaló.

La recuperación de la cerca perimetral, los muros de contención y señaléticas que precisan cada sitio, son cuestiones que hoy sobresalen en el entorno. Por sus características y preparación, la entidad fue escogida para la clausura en el territorio de la semana nacional de PCI, a fin de hacer un ejercicio, en el cual se activarán las brigadas y se simulará una situación determinada.

“El objetivo es comprobar cómo están preparados, las emergencias no están escritas y se dan en cualquier instante. Ellos deben tener conocimientos de cómo actuar”, explicó el capitán Pedro Mérida.

Según manifestó la jefa de la planta, en esos eventos casi siempre participan algunos vecinos de la zona. “Tenemos vínculo con la comunidad, conocen perfectamente el toque de sirena y en qué circunstancias se tienen que trasladar hacia las áreas de protección”.

Cuando partíamos, José Antonio Monzón, Pepe, como le dicen todos, abastecía a uno de los clientes. In situ, pudimos patentizar que sus palabras son cosa de ley, porque como dice, allí la seguridad significa la vida de todos.

 

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