Debe ser este el único cumpleaños en el que un corazón quebrado invalida toda similitud con la tristeza. Y es que así, hecho añicos, late el centro mismo de Sancti Spíritus en una agitación que significa renacimiento. Las excavadoras rompieron la quietud del parque Serafín Sánchez desde hace unos meses; y fue tal la conexión entre el hierro y la tierra, que de ese primer toque entre ambos, manaron historias de ultratumba.
Debajo del céntrico lugar pervivían los restos bien conservados de un antiguo convento, hallazgo que echó a volar el imaginario de la gente, siempre pródigo en historias de tesoros escondidos, túneles secretos o amores a deshora. Será que brisas legendarias baten en la antesala del medio milenio de la villa para acentuar los matices pintorescos que ya posee su entorno.
Pero, la del Yayabo, es hoy una ciudad que lejos de languidecer ante la insistencia del calendario, al querer marcar sus 500 años, resurge de entre una vorágine constructiva que comenzó una década después de iniciado el presente siglo. De ello nos da fe Sayli Cruz Álvarez, secretaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Sancti Spíritus:
“Desde 2010 veníamos trabajando en lugares como el parque de La Caridad, el paseo Marcos García, el Teatro Principal y otros espacios de la urbe. Para esta última etapa se concibieron más de 500 proyectos en el orden de las inversiones y de mantenimiento constructivo. Ahora la intensidad de las labores es mayor y tenemos un amplio programa de obras como la edificación del Ocioclub y un hostal, ambos ubicados en el bulevar. También renovará nuestro paisaje la sede de la Oficina del Conservador de la Ciudad, el local que custodiará la maqueta de la villa y el bodegón emplazado en las márgenes del río Yayabo”.
La propia fuente aseguró que cerca de mil 300 viviendas fueron pintadas en los alrededores del centro histórico y en las principales arterias. Además, unas seis calles empedradas recobrarán el esplendor de antaño y realzarán el trazado colonial. Ya el popular Paseo Norte aguarda coqueto el advenimiento del medio milenio de la cuarta villa, fundada por Diego Velázquez el 4 de junio de 1514.
No habrá un palmo en la superficie de este terruño sin presumir los donaires legados por tradiciones y castas; ni la contemporaneidad podrá calar la estirpe bañada en el ocre de los tejados. El Espíritu Santo será un calco de sí misma, a pesar de los años y por decisión de sus hijos; esos que nacieron de sus entrañas y preparan las palmas para otorgarle felicitaciones con esencias de trova, guayaberas, y del rumor perenne de las aguas del Yayabo. El último, ingrediente secreto que, según cuenta la leyenda, jamás permite que abandones estas tierras.