A 27 metros de altura sobre el acantilado se comienza a entender el Cliff Diving, nunca antes. En ese punto el viento y la adrenalina se disparan en una sensación embriagadora y, con cada paso, la plataforma de saltos parece estrecharse hasta fundirse en el espacio imprescindible para realizar el clavado.
A 27 metros la perspectiva de La Habana cambia, porque se transforma radicalmente el punto de vista. A la espalda la ciudad; de frente, el mar que golpea una y otra vez las costas habaneras y viene a estrellarse contra la fortaleza, justo bajo nuestros pies.
El espectáculo vivido en la capital cubana este fin de semana, sin duda, marca lo que podría ser un punto de partida, apenas el comienzo de un idilio entre el deporte de alto riesgo y un escenario de leyenda, como aseguraron todos los competidores presentes en esta primera parada de la Serie Mundial 2014.
Fueron tres días para disfrutar de la osadía de 14 hombres que desafiaron los vientos del noreste y elevaron los clavados a la categoría de arte. Apenas se precisaron tres días para que todo un país cayera rendido ante el magnetismo de las ejecuciones de los mejores exponentes de este deporte en el mundo.
En el Castillo de los Tres Reyes del Morro las sorpresas fueron pocas, casi nulas. Luego de la ronda de clasificación y los duelos cara a cara, avanzaron los ocho favoritos, quienes disputaron una última vuelta de la cual salió vencedor el olímpico Blake Aldridge (GBR), quien ejecutó un salto a partir de una parada de manos que resultó el mejor puntuado del evento (136.4).
El mexicano Jonathan Paredes fue segundo y el también británico y legendario Gary Hunt ancló tercero tras la batalla que se extendió por más de dos horas en la calurosa tarde sabatina del trópico.
Allá en la plataforma, con cada salto, el tiempo difuminaba sus contornos. Durante escasos segundos todo se resumía a la figura de un hombre que cumplía el viejo anhelo humano de volar y entonces solo existía ese pico extremo de adrenalina que hace presagiar la vida o nos cambia la forma de verla.
Subirse a la plataforma deja algunas certezas. Primero, estos hombres son de otra galaxia; segundo, el Cliff Diving es mucho más que un deporte, es una forma de entender y asumir la vida; tercero, pocos nacieron para lanzarse al vacío, aunque todos soñemos con hacerlo.
Sin embargo, la altura es adictiva, y el contacto del pie descalzo con la felpa de la rampa, y el viento en la cara, y la visión del mar 27 metros más abajo, y los reflejos del sol en las olas, son imágenes imposibles de olvidar.
Porque a esa altura, con la ciudad a la espalda y el acantilado a los pies, se tiene un cambio de perspectiva. A esa altura, y con el Caribe latiendo en el pecho, el Cliff Diving redefine la palabra libertad.