Mejores locales para los cuentapropistas (+Fotos)

“Esto es una bendición, hay más amplitud, limpieza, organización”, dice Marisela. “Es mucho más cómodo y pago menos de alquiler por el espacio”, asegura David. Ambos llevan años como trabajadores por cuenta propia en la ciudad de Camagüey y ahora pudieron trasladar su puesto de ventas a los nuevos centros comerciales La Caridad  y Santa Rosa, que cuentan con espacios más acogedores.

Quien visite la ciudad y se tope con estos lugares no pensará que su apertura fue hace menos de un año y que la rapidez, la solidaridad -o la voluntad de muchos- fueron características básicas de su levantamiento.

La villa agramontina arribaba a su aniversario 500 de fundación y la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), de acuerdo con los organismos rectores del territorio, decidió retomar espacios que antiguamente se dedicaban a los servicios y recuperar esa tradición que tanta falta hacía.

También le daba un empujón al “sueño loco”, el deseo masivo de erradicar el tugurio que reinaba en Francisquito, único local que aglomeraba a un grupo de esos trabajadores no estatales “resuélvelo todo” del sector de comercio, en la cabecera provincial.

Las locuras de La Caridad

En el céntrico espacio cercano al parque Casino Campestre que hoy acoge al centro comercial La Caridad se erigía una fábrica procesadora de pescado conocida como Estrella Roja. El mal olor inundaba todo a su alrededor y las quejas de la  población abundaban.

¿Qué hacer? Una joven arquitecta ya había pensado en ello en su tesis de graduación, donde aconsejaba levantar un gran mercado parecido al que había antes del triunfo de la Revolución.

Con el resurgir de los trabajadores no estatales y la ampliación de las opciones, los portales y espacios destinados a acogerlos disminuían. Fue ahí que tomó protagonismo la Empresa de Proyectos de Ingeniería y Arquitectura No. 11(EPIA 11) del territorio, que estaba capacitada para presentar un proyecto en menos de una semana y consolidar la idea de crear un espacio que sirviera para acomodar a varios.

“Una vez terminados los planos comenzó la batalla –recuerda Margarita de la Cruz Estenoz, directora del taller de proyectos de la EPIA 11–. Fueron 43 días de trabajo sin parar: entrábamos a las ocho de la mañana, salíamos a las seis de la tarde, retornábamos a las ocho de la noche hasta las 12.

“El primer conflicto fue convencer a los de Francisquito para que se trasladaran porque el local cerraría, no obstante comprendieron y el número de kioscos aumentó. Todos querían venir porque era céntrico y tenía mejores condiciones”.

La segunda parte era la más compleja: levantar paredes sin una gota de conocimiento de albañilería. “Los mismos cuentapropistas trabajaron aquí, y muchísimo, porque no había ninguna constructora, solo estábamos nosotros, las brigadas de las empresas, y albañiles particulares. Cogimos una tiza y marcamos en el piso lo que debía ir”, rememora la ingeniera de la Cruz Estenoz.

Juan Miguel Pérez Fernández, administrador de La Caridad, recuerda que durante la etapa constructiva “se les dio la prioridad a los 122 que venían de Francisquito, pero a ellos se fueron sumando otros que querían y tenían necesidad de trabajo hasta llegar a 153. Empezamos a finales de junio y el 3 de agosto se inauguró el mercado”.

En sus dos plantas se acomodaron cerca de 17 empresas que se fusionaron con los no estatales: hay mercados ideales, carnicerías, merenderos, restaurantes, talabarteros, sastres…

Multiplicación de la idea

Tras el éxito y la aceptación popular se pensó en beneficiar a otro distrito que necesitaba una inyección de este tipo: La Vigía. En el edificio del lavatín antes de 1959 los chinos vendían comida en sus fondas. Las estructuras estaban sólidas y en la parte trasera funciona la minindustria Delicias Tropicales de la Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida Hugo Camejo Valdés, que podía apoyar con sus productos al futuro mercado.

No se pensó mucho y se empleó la misma técnica de cada cual levanta su espacio y “en 79 días estaba terminado”, asegura Alfredo Lima Pérez, administrador del local, que cuenta con 30 departamentos de ellos 18 son estatales y 12 de cuentapropistas, los cuales no se repiten para que haya variedad en lo servicios.

Para Ángel William Cuan  Aldana, joven barbero con un salón de belleza en este mercado, “esto de aglutinar a los cuentapropistas fue una idea buena”, pero, a pesar del éxito de los primeros días, hoy la disminución de las ventas le preocupa. “Pasó el furor –explica– y la gente encuentra lo mismo en otros lugares. Y el horario nos juega una mala pasada, porque abrimos de nueve de la mañana a nueve de la noche, pero deberíamos hacerlo más temprano para que la gente que llega a la terminal pueda llegarse hasta aquí.

“También podríamos hacer un estudio de mercado para mejorar o hacer ferias que atraiga público, áreas para eso tenemos”; sin embargo, “el objetivo del mercado es prestar servicios no crear fiestas ni actividades culturales”, refuta Lima Pérez.

A pesar de los problemas con las materias primas que no se pueden justificar porque muchas proceden de otros países, de que la mercancía de útiles del hogar solo puede ser “criolla”, de que la ropa debe ser hecha en casa, los cuentapropistas camagüeyanos están contentos, venden en locales con mejor imagen.