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Qué tiene Van Van

cuba-musica-van-van-kaloian-02Aplausos a quien lo merece. Cumplidos a quien lo merece. Juan Formell ha muerto. La composición de su vida ha terminado. Las melodías que contenía en su alma se han ido del mundo. Los Van Van se han vestido de luto. La música cubana se ha vestido de luto. Cuba está de luto: Murió Formell, anuncia un titular en Cubadebate. No debe esperarse menos. Entre tanto reguetón parecido al de Osmani García y el pop de Ángeles acribillando a las buenas obras, que se haya perdido  a Formell es una mutilación grande. Pero esta no es una ocasión para andar haciendo críticas a las llamadas tendencias actuales, sino para el homenaje a Formell. Ya juzgarán los años a esos músicos transgénicos, cíclicos, a esos músicos de exoesqueleto cultural, de tentempié y de pintura al pastel. Ya los años, de hecho, juzgaron a Formell y lo ascendieron a tocar el bajo en lo más alto.

La noticia de su muerte me paralizó. La noticia de su muerte me cambió al estado de turulato, sin comentario, sin voz. La noticia de su muerte más que noticia fue una traslación interior. Lo que son las cosas: Unos minutos antes reía por una inspiración tonta y había acabado la cena. Qué me importaba la exégesis. El fallecimiento de Juan Formell  se había dado a conocer de manera oficial y yo dejaba de jugar con el tenedor para apuntalar la barbilla con las manos. Unas imágenes se me agolpaban.

No engañaré a nadie. La música de Formell que conozco es la que hizo con Los Van Van. Suficiente.  La oían mis padres. Me la transmitieron. Me dijeron una vez que esos que tocaban eran Los Van Van y que ese de ahí era Formell, su director, y yo dije ah, frente al televisor, frente a una transmisión en vivo. Fue un ah estirado. En la pantalla, unas figuras apiñadas se movían en ruedas. Un son las juntaba. Era un niño y no sabía bailar. Hasta hoy no sé bailar y lo considero un anatema. Intentaron enseñarme. Fue como hacer que un perro maullara. Lo interesante es que mis padres sí bailaban. Al parecer, en la transmisión de genes hubo un punto por el que se perdió la información relacionada con la capacidad de la danza amateur. No obstante, siempre sentí con Los Van Van el remolque de su ritmo, el empuje de su Tren, la incitación, la provocación del baile.

Con el tiempo fui prestándole atención a su sello hasta darme cuenta de que Los Van Van eran inconfundibles como la orquesta Aragón, y que la asistencia, el pase a gol de Formell estaba detrás de la identidad de la agrupación, muy cubana. De otra forma no podía esperarse que fuera. Formell imprimía, movía los hilos, hacía palpitar las cuerdas, se labraba un palmarés de oro en el panorama musical. Había trabajado junto a Pedro Jústiz (Peruchín) y a Guillermo Rubalcaba y con la Orquesta Revé en 1967.

Hecho en Cuba. Hecho por Cuba. Hecho para Cuba. Formell brilló, ribeteó, levitó, colocó su música donde lo cubano les guardó un sitio a sus hijos magistrales. Formel, magistral;  Van Van, magistral. Si alguien se preguntara de qué materia se componen los cubanos, que busque en la música de Formell. Así de fácil. Que pregunte qué tiene Van Van si su deseo es conocer qué tienen los cubanos, si su deseo es estudiar el mestizaje de los cubanos, entenderlos más allá de sus gustos musicales.

En el Concierto Paz sin Fronteras, los recuerdo. Yo estaba ahí, cruzado de brazos. Una actitud típica de quien no baila es cruzarse de brazos, mantener la distancia, observar alrededor suyo desde su atalaya personal. La atalaya en la que vas entendiendo y puedes lamentar el desconocimiento de los movimientos de baile. El baile es alegría. Los cubanos son alegres bailando. Los Van Van son buena música y baile. Los Van Van son alegría. Juan Formell cavó y llegó al tuétano del asunto. Los cubanos llevan a cuestas una deuda con él. Creo que uno contrae deudas, le debe algo a quien le transmitió o le sacudió la alegría en algún instante, y el instante de Formell ha resultado extenso. En el Concierto Paz sin Fronteras tocó Juanes, el conocido artista colombiano; Olga Tañon, la adorada puertorriqueña; Silvio Rodríguez, el poeta que hace música. Había un calor de lavas. Había un cansancio generalizado. El sol robaba las fuerzas. Un joven comentó, después de explicar su respeto y su valoración positiva hacia los músicos que asistieron a la cita, que lo que mantenía a muchos clavados en el suelo era la espera por la presentación de Los Van Van. Fueron ellos los que cerraron el concierto. El cierre fue electrizante. Los metales sonaban electrizantes. Los Van Van sonaban electrizantes. La inyección, el brebaje, el combustible de Formell estaba en escena. El Tren hizo que se abrieran espacios donde no cabía un cuerpo más y se iniciaron las ruedas. El Tren arrancaba. Luego de vivirlo, con toda seguridad puedo afirmar que si no bailé con Formell y Los Van Van, no hay compás en este planeta que consiga una actitud rítmica para mi organismo.

 

 

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