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Primero de Mayo: la que nunca ha faltado

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Nunca ha faltado a un Primero de Mayo: hermosa, digna, símbolo supremo de nuestro patriotismo, ha desfilado nuestra bandera.

En manos curtidas o adolescentes que la levantan muy alto para que se vea bien desde todas partes, agitada por el viento, empuñada por los niños que desde los hombros de sus padres las alzan con alegría, para que se sepa que a su corta edad, ya la saben querer.

Ríos de ellas han acompañado año tras año el paso de trabajadores, obreros, estudiantes, campesinos, de mujeres, hombres, viejos y jóvenes, que han marchado tantas veces frente al monumento a José Martí en La Habana, o frente al Che en Santa Clara, o ante Maceo en Santiago de Cuba, y en todas partes.

La llevan rostros alegres, llenos de optimismo, orgullosos de su obra, confiados en el futuro. Y ella les trasmite aquella fuerza que le dotaron los fundadores de la patria, quienes nunca se dejaron vencer por las dificultades en su empeño por hacerla libre.

Son incontables; y algunas sostenidas por infinidad de manos se asemejan, al pasar, al mar que nos rodea, pero que no nos ha aislado nunca de los que en otras latitudes la admiran como encarnación del humanismo de un pueblo que aprendió a compartir lo poco con muchos.

Ella ha coronado grandes triunfos dentro y fuera de nuestras fronteras, victorias de verde olivo, de batas blancas, de lápices, libretas y pupitres, de la ciencia, del deporte, de la cultura…

Querida por amigos y respetada por enemigos, defendida por los millones que pueblan esta tierra, la enseña de la estrella solitaria sigue desfilando, erguida, orgullosa y multiplicada por todas las plazas cubanas el Primero de Mayo.

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