El acuerdo rubricado por Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que rige en Cisjordania, e Ismail Haniyeh, jefe del Gobierno de Hamás en la Franja de Gaza, desde el 2007, estipula la formación dentro de cinco semanas de un gobierno conjunto de transición y la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias en un plazo de seis meses, condiciones que fueron aceptadas por ambas partes en los pactos de Doha del 2012.
En repudio al pacto de unidad nacional palestino, el primer ministro sionista, Benjamín Netanyahu, y su Gabinete, determinaron abandonar las conversaciones de paz, lo que pone fin por enésima vez a un proceso de negaciones estancado por la insistencia de Israel de la colonización de los territorios ocupados con nuevos asentamientos, su no reconocimiento a las fronteras anteriores a 1967 y el incumplimiento de la prometida liberación de prisioneros para impulsar el diálogo.
Aunque para el rompimiento de las tratativas de paz con la ANP, compulsadas por Estados Unidos en el 2012, el premier judío aduce la negativa de Israel a negociar con un Gobierno palestino en el que participe Hamas, al que acusa de organización terrorista, lo cierto es que sistemáticamente el Estado sionista ha hecho fracasar todos los numerosos intentos para lograr la solución del conflicto, que han tenido lugar en los últimos 23 años.
La terquedad de Tel Aviv dio al traste con la Conferencia de Paz para el Medio Oriente, celebrada en Madrid en 1991, patrocinada por EE. UU. y la URSS, y en la que una representación palestina de personalidades no dirigentes de la OLP, participó formando parte de la delegación de Jordania. Sucesivamente fracasaron también los acuerdos de Oslo I y II, los de Camp David, Charm El Cheij, Egipto, Hebrón,y Wye Plantation entre otros, más los últimos intentos conciliadores llevados a afecto por Washington entre israelíes y palestinos, cuyo plazo para alcanzar una siguiente etapa estaba fijado para el 29 de abril.
Desde la partición de Palestina en noviembre de 1947 por la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, Israel ha ido extendiendo sus fronteras mediante la construcción de ilegales asentamientos de colonos judíos en los territorios ocupados, con el propósito de anexarlos a su Estado.
Tel Aviv ocupa hoy un 90 % del territorio de Cisjordania y ha fraccionado las históricas tierras palestinas convirtiéndolas en localidades aisladas y divididas por un humillante muro segregacionista, mientras bloquea por aire mar y tierra la Franja de Gaza, objeto de sus continuos ataques armados, zona en la que residen un millón y medio de palestinos sometidos a precarias condiciones de vida impuestas por el asedio israelí.
Ni un solo acto de los gobernantes de Israel evidencia su disposición a la constitución de un Estado palestino independiente, con Jerusalén Oriental como capital, considerada por los sionistas como su capital eterna e indivisible, ni a la liberación de los miles de presos políticos, al derecho al retorno de los millones de refugiados de la diáspora y a poner fin a la colonización de sus territorios, derechos exigidos por la parte palestina para rubricar un hipotético acuerdo de paz.
Sin embargo, el acuerdo de reconciliación entre Hamas y Al Fatah, que pone fin a siete años de división interna; la próxima constitución de un gobierno de unidad nacional y de elecciones presidenciales, la condición de Palestina de Estado Observador de Naciones Unidas, su membresía en la UNESCO y su reciente solicitud de adhesión a 15 convenios internacionales, son factores que han fortalecido su causa en el escenario mundial, a pesar de todas las maniobras de Israel por evitar su surgimiento como Estado libre, soberano e independiente del pueblo palestino.