¿De qué materia se hace un héroe?, me pregunto al conversar con Diosdado Cordovés Alfonso, mecánico diesel naval. Su voz es apacible, al igual que su hogar. En aquel edificio de militares en Caimito se respira armonía y tranquilidad. Mayra Cristina, la esposa, nos recibe con café y sonrisas. Ya había intercambiado con el Héroe del Trabajo de la República de Cuba de manera informal, y en aquella ocasión afirmó: Nunca tuve el propósito de recibir tamaña distinción.
A medida que avanza el diálogo descubro que ama el béisbol, sobre todo al equipo de Pinar del Río, así que está de plácemes por estos días. Me cuenta que en el período especial sembró en una pequeña parcela boniato, maíz, frijoles, arroz, entre otros alimentos para paliar las necesidades económicas. El amor por el cultivo viene desde los siete años, cuando comenzó a ayudar a sus abuelos en la finca. “Con ellos aprendí a cortar y acarrear la caña. Mi padre también los ayudaba, aunque trabajaba como suplente reparando la línea del tren en el antiguo central San Román, hoy Orlando Nodarse, y hacía carbón”.
Los primeros pasos del niño fueron en Jabaco, a cuatro kilómetros de Guanajay, otrora municipio de Pinar del Río. Segundo hijo de una familia de cuatro hermanos, nació el 8 de noviembre de 1948. Con 19 años se incorporó al servicio militar y lo movilizaron al corte de caña en Camagüey.
“Al concluir el servicio en 1970 me incorporé como ayudante de mecánico diesel naval en la flota camaronera del Mariel a través de un compañero que vivía cerca y le interesaba la mecánica al igual que a mí. Desde pequeño siempre ayudaba a mi tío a arreglar la moto”.
Diosdado afirma que le debe todo lo que sabe a un ingeniero mecánico que al ver su interés en aprender, decidió enseñarle algunos secretos del mundo de las tuercas y los tornillos.
Se incorporó luego a la Marina de Guerra Revolucionaria, donde alcanzó la categoría de mecánico B y años después perfeccionó sus conocimientos en la Base Naval Occidental de Cabañas, hasta convertirse en mecánico A.
¿La prueba de fuego?
“Mis primeras innovaciones fueron en los motores de las lanchas de combate, tras el derrumbe del campo socialista era preciso buscar alternativas propias para mantenerlas funcionando.
“No teníamos las herramientas necesarias, por lo cual ideamos un banco giratorio a fin de operarlos con más facilidad. Junto a un equipo de torneros y soldadores confeccionamos las llaves estriadas, el extractor de camisas, entre otras herramientas necesarias en su reparación.
“Algunas personas creyeron que sería imposible, pero cuando recuperamos el primero el General de Ejército y entonces Ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, se tiró una foto con nosotros y yo recibí la Medalla Hazaña Laboral en 1992. He reparado varias decenas de motores que garantizan el óptimo estado técnico de las lanchas de combate, destinadas a salvaguardar a nuestro pueblo”.
Resultó vanguardia nacional por 27 años consecutivos, con una activa participación en fórums de ciencia y técnica, méritos que explican por qué se le entregó en el 2013 el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
¿Cuál es el secreto de Diosdado?
“Siento amor y satisfacción por lo que hago, tanto que no concilio el sueño cuando algo fracasa. Nunca he tenido horarios para el trabajo, ni me negué jamás cuando venían a buscarme en cualquier momento del día o de la noche. Tenemos que dedicarle todo el tiempo al trabajo, entregarnos a él en cuerpo y alma”.
Tantos años de esfuerzo físico le han ocasionado algunas enfermedades; por eso, en breve piensa jubilarse, “no sin antes decirles a todos que podrán llamarme cada vez que me necesiten”. Se irá orgulloso de haber asegurado el relevo a través de varios cursos de mecánica impartidos a las nuevas generaciones.
Diosdado representó al Sindicato de Trabajadores Civiles de la Defensa en el XX Congreso de la CTC, una hermosa oportunidad, como él mismo la califica. “Significó un buen espacio para plantear los problemas e intercambiar ideas. Allí exhorté a los presentes a inculcar en los jóvenes el interés por la innovación, o lo que es igual, por la supervivencia del país”.
¿Y el hogar?
Mayra Cristina Mustelier solo sonríe y asiente con la cabeza ante cada relato del que ha sido su esposo por más de 35 años. Los tres hijos del matrimonio, Dicsán, Dicsiel y Sulamis, siguieron sus propios destinos y aún no dan nietos a esta pareja. “Siempre lo he apoyado para que pueda cumplir con el deber, pero nunca me ha faltado su cooperación en las tareas del hogar y en la educación de los hijos”.
Entonces ya no me quedan dudas. Con amor al trabajo y a la familia, dedicación y entrega absoluta, se pueden moldear a los héroes cotidianos, los de carne y hueso, aquellos que dan lo mejor de sí en la casa y en el taller.