Esos ensayos, artículos, críticas literarias e impresiones de viaje, en su mayoría dispersos en publicaciones periódicas, se reproducen ahora, por fortuna, en el volumen genéricamente titulado Obras (Ediciones Matanzas, 2013, 224 pp), que cuenta con compilación y prólogo de la investigadora y ensayista Cira Romero y que ha aparecido a propósito de bicentenario del natalicio de la insigne escritora cubana.
Estos textos, como es conocido, no fueron recopilados por la creadora y aparecieron, en parte, en el sexto tomo dedicado a “Miscelánea”, de las Obras de la Avellaneda, con estudios introductorios firmados por Enrique José Varona y Mariano Aramburu y publicadas en 1914, en La Habana, con motivo de los festejos por los cien años del nacimiento de quien firmó algunos de sus textos como La Peregrina.
Obras permite descubrir un amplio universo que, indudablemente, enriquece el legado de una de las más significativas voces de las letras de habla hispana del siglo XIX, dueña de un transgresor e irreverente discurso, a través del cual abordó, desde miradas equidistantes a los cánones de su época, temas como la mujer y el esclavo.
“La mujer” es uno de sus ensayos –incluido, con algunas variantes, en el Álbum cubano de lo bueno y de lo bello, así como en el quinto tomo de sus Obras literarias, preparada por la propia Tula y aparecida en 1871—, en que, como escribe Cira Romero, “advertimos una claridad en la expresión de las ideas y hasta cierto lenguaje coloquial del que, incluso, se disculpa la autora ante sus potenciales lectores”.
He aquí un esclarecedor fragmento de ese ensayo:
Siendo la potencia afectiva fuente y motora de otras, resalta la consecuencia de que la mujer –que privilegiadamente la posee— en vez de hallarse incapacitada de ejercer otro influjo que el exclusivo del amor, debe a ella y tiene en ella una fuerza asombrosa, cuya esfera de acción sería bien difícil determinar.
¿Buscaremos hechos que justifiquen esta teoría? La dificultad que vemos es la de acertar a entresacar algunos de entre los innumerables que nos ofrece la tradición y la historia.
Nada parece tan ajeno del tierno corazón femenino, nada tan incompatible con el dictado de débil con que se distingue al sexo, como las acciones extraordinarias de valor arrojado y de constancia invencible. Sin embargo, mirad a Débora declarando guerra a los cananeos bajo la palma que le sirve de solio cuando administra justicia a los hijos de Israel, y guiándolos por sí misma al combate en que derrotan al soberbio enemigo. Mirad a Jahel descargando con firme mano el martillo que traspasa las sienes de Sísara; a Judit penetrando en la tienda de Holofernes, para salir de ella con la sangrienta cabeza del invasor tirano; a la madre de los Macabeos presenciando heroicamente el sacrificio de sus hijos, víctimas del amor patrio.
Otros textos han sido reunidos en esta colección, entre ellos los prólogos escritos por la Avellaneda para los libros Viaje a La Habana (1844), de la Condesa de Merlín, y Poesías (1860), de Luisa Pérez de Zambrana, y su crónica de viaje “Mi última excursión por los Pirineos”, aparecida en las páginas del habanero Diario de la Marina, entre el 19 de junio y el 28 de julio de 1860.
Se incluyen en Obras, a manera de apéndice, dos sustanciales acercamientos a la literatura de La Peregrina, que pertenecen a la desaparecida investigadora Susana Montero, una de las primeras estudiosas cubanas interesadas en el discurso de género; así como el poema “Himno para la inauguración de la estatua de Cristóbal Colón en la villa de Cárdenas”, firmado por Tula durante su estancia en esa ciudad.
Estos ensayos, artículos, críticas literarias e impresiones de viaje, que podrán ahora leerse en estas páginas, vienen a complementar la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Una obra que se enriquece con estas otras prosas legadas por una mujer –admirada por unos y criticada por otros— que, doscientos años después de su nacimiento, aún sorprende, estremece, alecciona…