Las líneas se elevan al firmamento (triunfo del art déco) con una pujanza grácil; el edificio desafía temporales en esa esquina habanera; luce firme, sólido… y al mismo tiempo, tiene la ligereza de lo poético; el edificio es, si se quiere, una metáfora: sólido y bien enraizado es el arte que aúna y representa; aéreo y espigado es también ese mundo creativo que desde hace más de cincuenta años encuentra ahí su casa, la Casa de los artistas y los escritores de este continente vigoroso y doliente, la Casa de las Américas.
Más de medio siglo, exactamente 55 años cumple hoy esta institución cultural de referencia. Hubo un momento en que fue refugio de la intelectualidad rebelde y perseguida de la región: años de dictaduras sangrientas que no lograron callar a los poetas. Los más grandes recorrieron esos pasillos, subieron las escaleras, se sentaron en los salones a escuchar o a dictar conferencias, colgaron sus cuadros en las paredes, animaron tertulias, tocaron guitarras…
En Casa se respira historia en cada rincón. Haydée Santamaría la habitó en tiempos de luces y también en los de sombras, Haydée es todavía una presencia singular, casi mística, Haydée es la Casa misma: abrió los brazos y acogió esa simiente, abonó el árbol con esa sensibilidad a prueba de golpes.
Los tiempos han cambiado en este lado del mundo pero la Casa de las Américas sigue en pie, marcando un camino, faro todavía y todavía asidero, concreción pétrea de una pretensión hermosa: que la más auténtica cultura de estas tierras tuviera un lugar de encuentro. La Casa sigue siendo la Casa de todos.