Al dialogar sobre el poder que entregan las nuevas tecnologías a quien la posea ejemplificó con “las llamadas revoluciones de colores en el norte de África, el actual conflicto de Siria, la subversión en Venezuela, Ucrania, y la permanente campaña de desmontaje de nuestra historia“, para resaltar los momentos que demuestran que la historia, desde tiempos indefinidos, se emplea como plataforma para imponer ideologías.
Cuba, no escapa de ello y con su conferencia González Barrios analizó, a través de la actual situación socioeconómica y política mundial, el empeño, incesante, del Gobierno de los Estados Unidos para acabar con la Revolución cubana.
Y es que el nuevo teatro —el mundo actual— requiere formas variadas, dentro de las cuales se inserta la Internet, porque las nuevas guerras ya no se desarrollan solo en la tierra, el mar y el aire, se han extendido al ciberespacio, como sentenció el investigador.
“El planeta es el mismo, pero diferente. La era de Internet ha cambiado el mundo, al punto, que el gobierno de Estados Unidos, para marcar primero entre las grandes potencias, creó el 23 de junio de 2009, el Comando del Ciberespacio, institución de ´alcance mundial, vigilancia mundial, poderío mundial´”, acotó.
Pero en el caso cubano, como lo explicó: “Se distinguen tres elementos fundamentales: longevidad de la revolución y de su liderazgo histórico, con sus aciertos y desaciertos, inevitables cambios generacionales en la dirección del país y la revolución, y la desaparición del discurso beligerante y amenazante de los mandatarios estadounidenses respecto a Cuba y modelación de un seudodiscurso de cooperación y diálogo”.
Esto último lo demostró con el caso Obama, quien nunca ha amenazado militarmente a Cuba, aunque sí con un sutil lenguaje dirigido principalmente al relevo, a los jóvenes, esa principal apuesta para lograr la manipulación a través de gérmenes de dudas sobre la Revolución.
Los deseos de los del más allá son para resquebrajar la unidad, contraponer generaciones cubanas y desmitificar la revolución porque la guerra contra Fidel y Raúl Castro la perdieron, y su camino ahora es, según alertó el historiador, atacar y tergiversar la historia de la nación y los valores de la sociedad cubana.
Y así a los historiadores revolucionarios les toca asumir un papel protagónico en la enseñanza y la educación, pero “para ello hay que despojarse de prejuicios y maniqueísmos y cubrir, desde la Revolución, los vacíos historiográficos que aprovecha el enemigo para agredirla”, porque la historia “debe sentir y sufrir los olvidos y la dejadez, y convertirse en un motor de impulsos para romper inercias”, confirmó.