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Lenin en Cuba

El comprobante de un giro bancario “pagadero a la orden de Vladimir Ilich Ulianov” enviado a Moscú en 1922 se conserva como muestra de solidaridad de los trabajadores cubanos, agrupados en los comités pro Rusia. Fue una contribución modesta pero consciente y decidida a sus hermanos de clase que resistían allí con valor, en las más adversas condiciones, el acoso de la burguesía internacional, empeñada en hacer fracasar el primer Estado de obreros y campesinos del orbe.

Constituyó uno entre numerosos gestos de apoyo de nuestras masas laboriosas a la sociedad nueva, que se estaba abriendo paso como una esperanza para los oprimidos del mundo, y a su principal artífice: Lenin.

Las cinco letras del seudónimo que inmortalizó al líder soviético sirvieron de título a un texto de Carlos Baliño, quien lo calificó de “el luchador, el perseguido, el maestro, el fundador, el realizador de ideales, el alma indomable y la voluntad férrea de la revolución social”.

Con su temprana agudeza, Julio Antonio Mella reconoció la aplicación creadora del marxismo por parte del forjador de la Revolución de Octubre, al referirse a “los principios científicos que Karl Marx hizo axiomas teóricos y que Lenin hizo monumentos magníficos de belleza y justicia”.

Tal vez el primer homenaje oficial fuera de Rusia al dirigente del Partido bolchevique después de su fallecimiento ocurrió en este archipiélago, cuando Antonio Bosch Martínez, alcalde de Regla, de ideas progresistas, emitió una Resolución convocando al pueblo a concurrir, en el mismo día y hora en que se realizarían sus honras fúnebres, a la loma reglana conocida como El Fortín, para plantar un olivo como postrer tributo al que calificó como Ciudadano del Mundo. Más de mil personas, encabezadas por el alcalde y el ayuntamiento en pleno, respondieron a la convocatoria; y en medio de un torrencial aguacero ascendieron a la elevación para plantar el árbol, como expresión perdurable de admiración y respeto.

Aquella colina fue rebautizada con el nombre del forjador de la URSS y se convirtió a partir de ese momento y hasta nuestros días en sitio de peregrinación de los trabajadores cubanos para rendirle tributo y celebrar combativos actos por el Primero de Mayo.

El lugar, donde se erige un conjunto escultórico en el que el rostro del líder soviético emerge de una afloración de rocas y al pie un grupo de figuras humanas, que en representación de los trabajadores, alzan hacia él sus brazos, es el símbolo material de la poderosa influencia que han tenido en nuestra tierra sus prédicas.

Algunos de sus textos fueron, para el grupo que preparaba las acciones del 26 de julio de 1953, como ha reconocido Fidel Castro Ruz, guía, doctrina, medio de comprensión, “sin los cuales habríamos estado desprovistos de verdades absolutamente esenciales en un proceso revolucionario”.

A los que en estos tiempos pretenden desconocer lo que ha representado para la humanidad el pensamiento y la obra de este formidable gladiador de la revolución social y la vigencia de sus ideas, podría decírseles lo mismo que expresó Fidel en el juicio del Moncada cuando un juez, con tono acusatorio, le preguntó si eran de ellos los libros de Lenin encontrados por la policía en un registro, a lo cual respondió enérgicamente: “Sí, nosotros leemos a Lenin y quien no lea a Lenin es un ignorante”.

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