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Los encumbrados defensores de la subversión anticubana

En una “generosa” y “solidaria” expresión, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, Bob Menéndez, dijo recientemente, a propósito del programa subversivo ZunZuneo lanzado contra Cuba por uno de los tentáculos enguantados del imperio: “La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid) está saliendo en los titulares por hacer, para mí, simplemente la labor que le asignaron hacer”, agregó Menéndez.

Marco Rubio, republicano cubanoamericano de la Florida, dijo por su parte que él quería echar abajo la “insinuación” de que ZunZuneo era ilegal y encubierto, y alegó que la plataforma fue un éxito, con 64 mil usuarios “antes de que se quedó sin fondos de Usaid (…) ¿Cuándo empezaremos de nuevo este programa?¿Qué tenemos que hacer, no solo para abrirlo, sino para expandirlo?”, reflexionó.

La presidenta del subcomité de Oriente Medio y África del Norte en la Cámara de Representantes, Iliana Ros-Lehtinen —de triste recordación por su protagonismo en el caso del niño secuestrado, Elián González— salió también el pasado miércoles en defensa del llamado “Twitter cubano”, y dijo que los programas para promover la democracia en Cuba son “transparentes”.

“Desmintiendo” versiones según las cuales ZunZuneo fue una iniciativa secreta de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid), la influyente congresista señaló que los programas dirigidos a Cuba figuran entre los que están bajo mayor escrutinio en el país.

En relación al denominado “poder inteligente” que combina el convencimiento con la coerción económica y la fuerza militar, una estrategia manejada por la actual administración, la secretaria de Estado Hillary Clinton se refirió en el 2012 a la utilización de tecnologías como Twitter y SMS para abrir diálogos con la sociedad civil, garantizar a su manera los “derechos humanos” y del mismo modo apoyar lo que ellos llaman “transiciones democráticas”.

A juicio de estos representantes del imperio, la labor abiertamente subversiva y violatoria de las normas del derecho internacional desarrollada por la Usaid contra Cuba no es diferente de los esfuerzos —para ellos legítimos— con que Estados Unidos promueve la supuesta “libertad de expresión y el acceso sin censura” a la información en Ucrania, Rusia, Belarús, Irán, China o Corea del Norte.

El Gobierno de  Estados Unidos prepara así sus “cocinados” desde hace más de medio siglo para tratar de destruir la Revolución que instauró la justicia social en esta isla, distinguida hoy entre las sociedades con los más bajos índices de mortalidad infantil, más  alta escolarización y cultura, menos violencia y desigualdad, y que ha formado, como ningún otro país, decenas de miles de médicos capaces de trabajar  con generosidad y altruismo en los más remotos confines del mundo, incluso en lugares  donde otros diseminan la guerra y la muerte.

Tras conocer estas opiniones y saber quiénes las emitieron ¿puede alguien negar que este engendro injerencista destinado a  subvertir el orden social existente en Cuba es  una burda agresión y una descarada injerencia cocinada en la artesa de los ultraconservadores de Washington?

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