Especialistas coinciden en que cultivar especies de agua dulce es una necesidad asumida de forma natural por muchas naciones en el mundo; y, distinguen entre sus ventajas las facilidades del manejo controlado de sus producciones. A esa práctica se suma Cuba con resultados que le permiten ir avanzando en la búsqueda de la autosuficiencia alimentaria.
Sin embargo, tan polémica como su introducción en los embalses criollos a finales del año 1999 y principios del 2000 ha sido la decisión de incluir el pez claria en las cuotas de las dietas médicas –en sustitución del tradicional jurel.
A Cuba llegó procedente de Tailandia, cuando ya se explotaba en más de 30 estados y el rechazo generado está, en parte, sustentado en fábulas que todavía dominan el imaginario popular.
Hace ya tiempo el biólogo José Vázquez dijo al sitio digital www.cubaconteporánea.com: “Es, sin discusión, la especie más calumniada en la historia de Cuba.”
Son variadas y casi espeluznantes las murmuraciones tejidas en torno a este pez por sus características depredadoras y su rara figura, las cuales lo tildan de feo y devorador de peces, de cerdos y hasta de hombres. Las leyendas lo sitúan subidos en árboles, acechando a caminantes en las riberas de los lagos, y saltando de refrigeradores para desandar las casas o consumiendo otros alimentos guardados en ese mueble…
Estudiosos del tema confirman que no hay claria capaz de comerse un cerdo y que esas creencias han nacido, generalmente, sobre fotos manipuladas publicadas en medios de prensa extranjeros y en Internet; y, ejemplifican con los siluros del río Ebro mostrados como clarias del río Almendares y otras de esos animales “disfrutando” en un charco en la calle Muralla, aparecidas en blogs.
Argumentos de una decisión
“La medida de incorporar este producto a las dietas médicas en sustitución del jurel, dice Luis Espinosa Del Toro, directivo de Pescatun en Las Tunas, da respuesta al lineamiento 184, de la Política Económica y Social aprobada en el VI Congreso del Partido, que proclama priorizar, a corto plazo, la sustitución de importaciones de aquellos alimentos que puedan ser producidos eficientemente en el país.”
El funcionario alude también al crecimiento experimentado por esas dietas, las cuales de enero a diciembre del 2013, solo en esta provincia oriental, pasaron de 5,6 a 9,4 las toneladas requeridas mensualmente para satisfacer la demanda.
Y David Pérez Escalona, jefe del área Comercial en esa entidad, explica que adquirir una tonelada de jurel en el mercado internacional le cuesta al país entre mil 500 y mil 800 dólares o euros, según el área geográfica donde lo compre.
El biólogo Juan Velázquez defiende la cuestionada especie y le atribuye un mayor contenido proteico (18,6 por ciento, superior al 16,9 del jurel) y la considera, por las condiciones de su cultivo, menos propensa a la contaminación que las especies marinas. “En el mundo, las personas con cultura alimentaria prefieren estas carnes”, enfatiza.
“Otra ventaja atribuida a su consumo es la alta digestibilidad por parte del organismo de las proteínas que contiene. Son más digeribles que muchísimas de otros animales a las que estamos acostumbrados”, dice Jesús.
El pez claria y los hombres
Desechando los mitos, y en franco desafío a otros obstáculos, andan todos los días, desde muy temprano en la mañana, los 33 trabajadores y trabajadoras de la Estación de Cultivo de Especies Acuícolas Manatí, enclavada aledaña a la presa Gramal, en el norte de Las Tunas, adonde llegó Trabajadores interesado en sumar un granito de arena a la reivindicación del pez claria.
“El objeto social de nuestro establecimiento es el alevinaje de ciprínidos y clarias, y la ceba de estas últimas para su comercialización”, explica la ingeniera Zulema Arévalo Alonso, directora del enclave.
Es tangible el entusiasmo y la dedicación con que el colectivo asume las rutinas diarias y los resultados hablan por sí solo: “El 2013 la captura ascendió a 143,2 toneladas de claria, de un plan comprometido que ascendía a 110”, comenta Zulema y argumenta las razones del crecimiento productivo:
“Hace 10 años que nos dedicamos a estas labores. Al principio la meta anual era de 30 toneladas, pero hemos adquirido experiencias. Ahora trabajamos con menos animales, unos 600, a razón de tres y cinco por metro cuadrado; lo que disminuye la competencia por el territorio y los alimentos, evita el estrés y baja el factor de conversión (consumo de pienso por tonelada producida), el cual descendió de 2,4 toneladas del alimento a 1,8. Eso es eficiencia.”
“También hemos defendido la práctica de entregar las cantidades pactadas por el concepto de peso promedio, y no por talla como pretende la industria, lo que disminuye la manipulación y el estrés que genera a los animales”, abunda Zulema.
La forma de organización del trabajo y el sistema de pago son otros estímulos al uso más racional de los recursos humanos y materiales: “Hemos ordenado la fuerza de manera tal que quienes hacen el alevinaje siguen con la preceba y la ceba; es decir, son responsables desde que se compran las larvas hasta la entrega a la industria. Ellos saben que si comienzan mal, terminan mal.”
Contra viento y marea…
En esos predios dominan 10 hectáreas de espejos de agua distribuidas en 58 piscinas de hormigón y 40 estanques. Al paisaje natural lo enriquecen las figuras de hombres y mujeres, cuya laboriosidad vence carencias materiales que, satisfechas serían plataformas para un despegue que todavía está en deuda con las exigencias de la economía nacional.
“No disponemos de recursos para darles el necesario mantenimiento a las piscinas; ni a los estanques, que son los más deteriorados principalmente en sus aludes”, enfatiza Zulema.
“Aquí trabajamos a ciega”, lamenta la bióloga Annya Igarza Ferrer, organizadora de la sección sindical, pues “carecemos de equipos para medir el Ph (tanto base como ácido) y los niveles de oxígeno en el agua, dos requerimientos esenciales en este tipo de actividad”.
Sin embargo, han alcanzado hasta un 20 % de supervivencia de las larvas, muy superior al 12 establecido en las normas, lo que no justifica la ausencia de esos medios de estudio.
“También faltan insumos como machetes, limas para darles atenciones integrales a las áreas y otros vinculados al flujo tecnológico de la estación: cubos, bandejas, cestos…”, agrega Annya como otras demandas de los afiliados.
“Todo ha cambiado después de aplicar la nueva estructura que nos integró a la Industria Alimentaria. Nos asignan el plan, pero faltan los aseguramientos”, destaca Zulema
Y la dirigente sindical comenta que antes les entregaban medios de protección hasta dos veces al año y les suministraban guantes con características diferenciadas para cada labor: manipulación de animales en el agua y de desechos industriales.
“Entran trajes integrales, agrega, que son específicos para trabajar en el agua, pero no dan botas útiles en labores imprescindibles como el acondicionamiento de las áreas y otras tareas que son ejecutadas en tierra.”
El paso inexorable del tiempo y sus secuelas también son perceptibles en el deplorable estado de las mallas que sirven de contén a las aves depredadoras que revoletean constantemente sobre piscinas y estanques, y el de las jaulas, las cuales conservan su vida útil gracias al ingenio colectivo.
¿El fin de un mito?
“Es cierto que el pez claria es difícil de manejar, porque es muy resbaladizo, pero el trabajo es bonito, motiva, sobre todo cuando uno ve el resultado, que significa más alimentos para el pueblo y buenos ingresos”, comenta el joven Yoiny Toledano Ojeda, criador y pescador, quien está satisfecho porque el salario promedio mensual ronda los mil pesos en moneda nacional y alrededor de 30 CUC, “según los aportes a la producción”, aclara.
¿Muerde?, inquiero.
Acto seguido Yoiny esboza una gran sonrisa y sentencia: “No tienen dientes, ni son tan grandes como los pintan.”
Zulema afirma que la oferta en los mercados son carnes de animales criados en cultivos intensivos, cuya alimentación tiene como base el pienso, mieles, gallinaza (ayuda a formar la cadena alimentaria para las larvas) y desechos de las industrias cárnica y pesquera.
Lo cierto es que, mientras ciertos congéneres lo vapulean, actualmente muchas personas lo consumen gustosamente ponderando la textura, la nobleza para integrar al sabor los aliños utilizados y las propiedades nutritivas de sus carnes.
Sépase que en el mundo se están produciendo más de 200 mil toneladas de claria en cerca de 60 países, lo que evidencia su aceptación y el rápido ascenso en los volúmenes de capturas pesqueras a nivel global.