Intenso ha sido el trabajo previo a las sesiones del VIII Congreso de la Uneac que tendrá lugar los próximos 11 y 12 de abril en el Palacio de Convenciones. Yasek Manzano, jazzista, compositor, director, productor musical y uno de los miembros más jóvenes de la Comisión Organizadora, compartió con Trabajadores algunas de las alegrías y tristezas vividas a lo largo del proceso.
Nació en La Habana en 1980. A los 13 años ya tocaba como un poseso. A fuerza de talento (y mucho estudio) ganó una beca para el Programa Especial de Jazz en la prestigiosa Juilliard School, en Nueva York, Estados Unidos, experiencia de la que regresó con la trompeta que Roy Hargove le regalara y con la incunable vivencia de haber compartido la escena con Wynton Marsalis, Nicholas Payton, Chucho Valdés, Orlando Valle, Maraca, y otros.
Ahora sigue entregado a la música: el jazz es su pasión pero recientemente ha descubierto las enormes potencialidades que tiene la música electroacústica. En su cuarto-estudio juega, compone, vuela…, y no elude el rol social que como intelectual le corresponde en la sociedad.
“Lo más importante del proceso preparatorio al Congreso de la Uneac ha sido la posibilidad de actualizarme de los cambios que se pretenden hacer en Cuba. He llegado a fondo en los asuntos de la política cultural del país y he podido opinar, siempre con mucho respeto, acerca de ciertas cosas que merecen ser cambiadas”.
En ese descubrir el valor que puede tener la voz, la opinión personal, en un contexto como la Uneac, ¿qué te ha sorprendido para bien y qué para mal?
Para mal lo más evidente es que hemos hecho varios congresos y hay problemas que aún se mantienen. Especialmente me preocupa lo que sucede con los medios de comunicación, sobre todo con la televisión donde no existe una política expresa que proteja nuestra identidad.
Los programas musicales, por ejemplo, se han minado de música internacional y de fenómenos como el reguetón que también están llenando nuestras salas y espacios recreativos y turísticos. Eso ha creado una crisis de identidad muy fuerte, que afecta la ideología, pues promueve un estilo de vida que no es el nuestro, en algunos casos es portador de mensajes machistas, violentos y hasta racistas. Es contradictorio que pretendamos llevar adelante un proyecto social humanista y que se promueva una música que dice lo contrario.
¿Hasta dónde los medios son responsables o reflejo de lo que sucede en la sociedad?
Los medios intentan complacer para autoprotegerse, pero en Cuba eso es imperdonable, porque aquí están centralizados, no responden a los intereses del mercado, ni de patrocinadores, no hay una cadena televisiva internacional. Es cierto que los cambios sociales que han ocurrido en el mundo han influido en el gusto de la gente, pero es cuestionable la forma en que estamos difundiendo la cultura. Hay descuido. No hablo de imponer, ni siquiera deberíamos prohibir el reguetón, solo hay que trazar una política cultural donde prevalezca la calidad. Tenemos grandes investigadores, musicólogos y realizadores de televisión con los que podrían diseñarse propuestas atractivas que nos ayuden a revalorizar nuestros orígenes sin caer en el didactismo.
En medio de las urgencias económicas e ideológicas a veces nos olvidamos de esa inteligencia colectiva, de esa sabiduría de pueblo que está plasmada en nuestra cultura. Si se emplea como es debido, también puede ser una solución económica. En esto las escuelas de arte ocupan un lugar muy importante.
La Uneac ha sido una de las plataformas desde las cuales se ha trabajado por perfeccionar los programas de estudio. En el caso de la música se ha hablado de incorporar la popular. ¿Cuánto se ha avanzado en esa vieja batalla?
Existió una etapa en la que estaba prohibido tocar la música cubana en las escuelas. Por suerte no la viví, a mí me tocó la transición y hay avances en ese sentido. Los vínculos entre la música clásica y el folklor históricamente han sido muy fuertes, han influido en los ritmos y estilos de Francia, Italia, de todas partes. Separar el estudio de la música a partir de conceptos elitistas nos llevaría a negar a Lecuona, a Caturla y a todos esos grandes pensadores que establecieron ese nexo e hicieron una música de la cual hoy estamos orgullosos.