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Constitución de Guáimaro: Primera ley propiamente cubana

En la asamblea celebrada en Guáimaro, en la primera quincena de abril de 1869, participaron los representantes del pueblo cubano en armas
En la asamblea celebrada en Guáimaro, en la primera quincena de abril de 1869, participaron los representantes del pueblo cubano en armas

Sobre la Constitución de Guáimaro se puede ofrecer un curso de postgrado, afirmó Oscar Loyola Vega, Doctor en Ciencias Históricas y Profesor Titular de la Universidad de La Habana, cuando requerimos sus consideraciones acerca de tan significativo acontecimiento.

“Luego de sostener contactos previos destinados a limar las asperezas existentes en cuanto a concepciones relacionadas con la conducción de la guerra, en Guáimaro se reunieron representantes de Oriente, Camagüey y Las Villas, regiones donde se peleaba contra España, de ahí que fuera una asamblea de representantes del pueblo cubano en armas. Tales concepciones nada tenían que ver con la independencia, objetivo primordial para todos ellos, sino con los métodos empleados para lograrla”.

Aclara que realmente las discusiones fueron pocas y el 10 de abril de 1869, en alrededor de 30 minutos, según se dice, Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana elaboraron el texto constitucional.

“La Constitución de Guáimaro fue la primera para una guerra de independencia en Cuba y marcó toda una serie de pautas. Está inspirada en los presupuestos clásicos de las constituciones burguesas europeas sobre la base francesa de libertad, igualdad y fraternidad”, comenta acerca del documento aprobado ese día.

¿Qué trascendencia y alcance tuvo aquel texto constitucional?

“En Guáimaro, y de esto desafortunadamente se escribe poco, nació la primera legislación cubana propia, de un grado tan avanzado de radicalidad como no la había en América Latina, aun cuando aquellas naciones hermanas eran verdaderas repúblicas”.

Eso, dice, marca la tónica del avance que se logró con la constitución y con las leyes, porque estas fueron el basamento para las de Baraguá, en 1878; Jimaguayú, en 1895, y La Yaya, en 1897; así como de las de 1901 y 1940, e inclusive ciertos postulados de la soberanía nacional, entre otros, llegan hasta nuestros días.

“Habría que decir que el constitucionalismo cubano mambí de Guáimaro sentó unas bases que han durado más de cien años, en lo que se refiere a soberanía, independencia absoluta e igualdad de todos los cubanos. Valió la pena que Guáimaro existiera solamente por el artículo 24, el cual expresa: `Todos los habitantes de la república son enteramente libres`, con lo cual se abolió de un plumazo la esclavitud y se igualó el blanco con el negro”.

El académico señala que las leyes complementarias a la constitución establecieron todas las libertades clásicas del siglo XIX, en algunos casos de modo mucho más radical que en las aprobadas en América Latina.

“Guáimaro sentó una realidad importantísima: acostumbrar a los cubanos a participar en una elaboración constitucional, a discutir leyes y sobre la estructura política de un Estado, hasta entonces no permitido por España en condiciones de igualdad, en tanto éramos una colonia. Por esa razón, puede afirmarse que Guáimaro inauguró también el desarrollo de una cultura política nacional, no de sus practicantes, sino del simple ciudadano.

“No solo somos herederos de la tradición jurídica estatal de Guáimaro, sino también de símbolos que están en la propia sangre del pueblo cubano”, afirma el doctor Oscar Loyola Vega. | foto: Heriberto González Brito

Usted afirmó, al igual que otros estudiosos, que la Constitución de Guáimaro representó una rémora para la guerra. ¿Por qué?

“Con eso se quiere decir que el aparato civil era demasiado exacerbado, magnificado, en relación con los presupuestos de una revolución que tenía como meta fundamental expulsar a España de Cuba. Se trató de hacer así para evitar la imagen de dictadura que había surgido en diferentes naciones latinoamericanas con los caudillos militares, y como suele pasar con nosotros los cubanos, que somos un poco extremistas, se fue al extremo opuesto a lo que se quería: en vez de tener un mando central sencillo, como luego lo habría en Jimaguayú, de seis integrantes, se creó uno de 20 representantes y cinco o seis miembros del ejecutivo. Por lo tanto, en aquellas condiciones de combate cotidiano no se lograba citar al mismo tiempo a tantas personas dispersas por la manigua para que concurrieran a una reunión.

“Esa es la razón por la cual la Constitución de Guáimaro, no en sus preceptos, sino en su instrumentación práctica, representó una rémora para el desarrollo de la contienda, y dejó como experiencia que un aparato civil extraordinariamente grande no podía funcionar en las condiciones de una guerra anticolonial.

“Siempre he pensado que al romper con la legislación española y sentar las bases de una legislación cubana propia, su legado fue muchísimo más grande que lo que sirvió como rémora, porque sentó pautas de constitucionalismo en cuanto a independencia y soberanía absolutas, y algo fundamental no derivado de la constitución, sino de la asamblea: nuestra hermosísima bandera, de ahí que no solo somos herederos de la tradición jurídica estatal de Guáimaro, sino también de símbolos que están en nuestra sangre”.

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