Un acontecimiento abominable

Un acontecimiento abominable

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por Tomás Gutiérrez González 

explosión coubre

Se cumplen 54 años de un triste suceso que conmocionó a la sociedad cubana y que se mantiene en el recuerdo perenne y en el corazón del pueblo como uno de los momentos decisivos de la etapa revolucionaria que se inició el 1ro. de enero de 1959.

Eran aproximadamente las 3 y 10 minutos del 4 de marzo de 1960 cuando estalló la bodega número VI de popa del vapor La Coubre, lugar donde se laboraba en la descarga de un cargamento de granadas y municiones para el fusil belga FAL procedente del puerto de Amberes, en Bélgica, destinados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

La terrible explosión, seguida más tarde de una segunda de similar potencia, ocasionó la muerte de aproximadamente un centenar de obreros y soldados cubanos, incluyendo la de seis marinos franceses tripulantes del mercante, y heridas a varios cientos de personas.

El buque de bandera francesa había sido construido en Canadá en el año 1948 y transferido a la Compañía General Trasatlántica, operadora de la naviera French Line. Realizaba su viaje número 54 que, partiendo del puerto de Le Havre, en Francia, estibó mercancías en Hamburgo y Amberes y regresó nuevamente al puerto de partida. En las primeras horas del día 19 de febrero orientó su proa en dirección al océano Atlántico y se acercó a Cuba. Atracó en el muelle habanero de la Pan American Docks, antiguo Arsenal, alrededor de las diez de la mañana del 4 de marzo.

Al producirse la primera explosión en el interior del navío la reacción de los trabajadores y soldados que quedaron con vida fue la de socorrer a sus compañeros. De igual manera, en gesto valiente y solidario, un torrente de personas irrumpió sobre la nave y el muelle parcialmente destruidos, saturados de escombros y objetos de todo tipo, donde el humo, el fuego y el estallido de proyectiles hacían prácticamente irracional la presencia humana.

Eran obreros de otros muelles, miembros de la Policía Nacional Revolucionaria, combatientes del Ejército Rebelde, milicianos, bomberos, trabajadores de la Cruz Roja y vecinos de los alrededores, junto a nuestros dirigentes revolucionarios, en primer lugar Fidel y Raúl, el Che Guevara, Almeida y Dorticós, entre otros, que se presentaban presurosos. Los obreros y soldados que antes marchaban separados, al decir entonces de nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, hoy combaten juntos… unos dando las vidas por salvar a los otros, como hermanos entrañables1.

Cuando todos se hallaban socorriendo a las víctimas, aproximadamente 30 minutos después de haber sobrevenido la primera explosión, tuvo lugar otro gran estallido que ocasionó nuevas muertes y muchos más heridos. Y seguidamente otra oleada de pueblo acudía en su auxilio. Fue una hermosa muestra de solidaridad humana y decisión de lucha del pueblo cubano.

Aquel día varias generaciones de seres humanos perdieron sus vidas. Allí cayeron curtidos trabajadores como Manuel Codina Hernández y Ladislao Chape Viamonte, ambos con más de 70 años de edad, y muy próximos a ellos los más jóvenes, Alain Mourat, marino francés de 18 años, y los soldados rebeldes Emilio Reyes González, Agustín Astorga Cardoso y Reinaldo Lago González de 19, 20 y 21 años, respectivamente. La alumna del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana María Natividad Díaz Inerarity, de 16 años, falleció a causa de los efectos que ocasionaron en ella ambas explosiones cuando atravesaba la bahía habanera en una lancha de pasajeros.

Se desatan las «fieras»

Unos meses antes, en octubre de 1959, La Coubre había descargado en este muelle un importante cargamento de armas belgas. Corrían los últimos meses del Año de la Liberación y se desataban de manera incrementada la hostilidad y agresividad del Gobierno de Estados Unidos contra el proceso revolucionario en desarrollo. Resultaban frecuentes las amenazas de todo tipo, ataques mediáticos, conspiraciones, sabotajes, estimulación a la formación de organizaciones contrarrevolucionarias y, casi a diario, avionetas piratas procedentes de territorio norteamericano descargaban bombas y sustancias incendiarias sobre ciudades y poblados, cañaverales y centrales azucareros.

Al mismo tiempo, el Gobierno estadounidense presionaba con insistencia a las autoridades de diferentes Estados de Europa Occidental, con los que Cuba tenía concertados contratos, para que fueran suspendidos sus envíos de armas. Utilizaban como pretexto una falsa política de paz en el Caribe. No tenían razones ni moral para ello. Habían puesto sus arsenales a disposición del ejército de la tiranía y lo habían equipado y asesorado al igual que a sus órganos represivos. Ahora pretendían que Cuba se mantuviera indefensa. A pesar de las presiones ejercidas sobre los funcionarios y la fábrica belga, no lograron interrumpir los envíos de esas armas.

Momentos previos al trágico hecho, el Gobierno norteamericano y su Agencia Central de Inteligencia trabajaban intensamente. Se hallaban enfrascados en el propósito de dar los toques finales y aprobar el llamado Programa de Acciones Encubiertas contra el régimen de Castro, que finalmente fue firmado de manera formal por el presidente Eisenhower el 17 de marzo de ese año. Se encontraba en marcha la mayor operación organizada hasta entonces para derrocar a la Revolución Cubana mediante la subversión, el terrorismo y la fuerza de las armas, que tuvo como desenlace final la derrotada invasión mercenaria en abril de 1961.

Al siguiente día de las explosiones abominables en La Coubre, durante las honras fúnebres de los inmolados, Fidel brindó una amplia información a la nación y al mundo acerca de lo acaecido. Razonó y expuso uno tras otros los elementos que demostraban que no se trataba de un accidente, sino de un sabotaje y que este había sido preparado en el exterior, fuera de nuestras costas. Señaló al Gobierno de Estados Unidos como el probable promotor de este crimen, que actuaba con insistencia para impedir que Cuba recibiera el armamento necesario para su defensa, a la vez que realizaba diferentes acciones subversivas y terroristas para desestabilizar al Gobierno revolucionario. Quedaba en todos la convicción de que la mano de los agentes del imperialismo había estado presente en este bárbaro y cruel hecho.

Partiendo de esa premisa, el máximo líder de la Revolución alertó a los que podían estar pensando o fraguando una invasión contra nuestro país a que comprendieran la monstruosidad de su equivocación, porque aquí encontrarían a un pueblo que estaba dispuesto a luchar hasta la última gota de su sangre con el mismo valor y entereza con que había actuado luego de la explosión de La Coubre frente al peligro y al fuego.

Y advertía: «Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería Patria o Muerte»2.

Un año, un mes y 15 días después de ocurrido aquel acontecimiento dantesco, los que aspiraban a mantener a nuestro país desarmado e intentaban aterrorizar al pueblo cubano y hacerlo desistir de su proyecto justiciero recibieron una bochornosa derrota en las arenas de Playa Girón. Otra vez el pueblo, unido a sus dirigentes revolucionarios, y los obreros y soldados juntos, combatieron como hermanos entrañables y rindieron con ello el más emotivo y sentido homenaje a nuestros mártires de La Coubre.

* Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.

 

1 Palabras del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, en ocasión del sepelio de las víctimas.

 

2 Ibídem.

(Tomado de Juventud Rebelde)

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