Por: Frank Padrón
Conducta (coproducido entre el MINCULT, el Icaic, RTV Comercial y la Famca) es el gran suceso del cine cubano en los últimos tiempos. Con guion y dirección de Ernesto Daranas (Los dioses rotos) sigue la relación cálida y estrecha entre una veterana maestra de primaria y un adolescente conflictivo, pero noble y rescatable dentro del ambiente disfuncional donde se mueve, lo cual implica una indagación en temas y problemas de nuestra realidad aquí y ahora. Pero desde ya hay que decirlo: estamos ante una obra que trasciende el realismo chato, el (a veces) oportunista reflejo de penurias socioeconómicas para ofrecer un sondeo profundo en lo ontológico.
En tal sentido, el director logra, ante todo, un admirable diseño de personajes, no solo los protagónicos, incluso los más negativos distan del absoluto “blanco y negro”, y aunque Conducta no deja de ser una incuestionable bildungsroman (obra de aprendizaje) los conflictos superan el plano educacional que los enmarcan; temas como la inmigración interna —desde el oriente del país—, la religiosidad popular con sus íconos nacionales, el abordaje respetuoso de quienes piensan diferente.
Influenciado positivamente por el neorrealismo italiano, el filme sortea enfoques sensibleros o efectistas en que pudo cómodamente aterrizar; para ello se apoya en un admirable montaje (Pedro Suárez) que, salvo alguna obviedad, logra empalmar con mucha habilidad y hasta virtuosismo los diversos y encrespados accidentes dramáticos que llenan la narración; en la música (Magda R. Galván/ Juan A. Leyva) que acomoda expresivas cuerdas (en delicados solos de piano o bloques sonoros) según ascienda o descienda la temperatura dramática, inserta dentro de una banda sonora (Osmani Olivare) que ha cuidado cada detalle auditivo.
La fotografía de Alejandro Pérez alterna entre claroscuros de los ambientes más duros con espacios luminosos, donde la acción enrumba por sendas de esperanza, muy vinculada con la precisión en la dirección de arte (Erick Grass).
Destacable es también la planimetría, particularmente ciertos encuadres —grúas, picados…— no solo por la fuerza que implican en sí mismos, sino porque refuerzan la pluralidad de puntos de vista y cosmovisiones que pugnan en la trama.
Ajeno a torceduras y complicaciones narrativas, el relato, explayado desde un sencillo clasicismo aristotélico, no desecha sin embargo, una simbología altamente sugerente: los trenes como imagen de la propia vida, con su velocidad y su ruido —también su peligro, puesto de manifiesto en aquella escena donde los niños juegan a aplanar las chapas—; el contraste entre palomas y perros, animales que enmarcan el mundo del protagonista.
Ciertos personajes secundarios y determinadas subtramas pudieron haber tenido un mayor desarrollo, pero la mayoría, y todos estrechamente vinculados, alcanzan un original y sólido tratamiento.
Película —también— de actuaciones. No solo descuella en desempeños individuales sino en el trabajo de equipo, en el parejo nivel que se consigue entre profesionales y no, entre mayores y niños.
Empezando con la gran revelación: Armando Valdés Freire, quien con apenas 12 años emprende lecciones de hondura interior, de estudiado histrionismo: su Chala es fruto de una rotunda introspección, de un consciente análisis de las facetas de su personaje, que se traducen en la limpieza de su labor.
Alejada del acaramelamiento o la sensiblería, Alina Rodríguez se regodea en los matices, en la amplitud de una tesitura alta y sostenida. Yuliet Cruz sigue su buen rumbo cinematográfico, mientras Armando Miguel Gómez (ambos coincidieron en Melaza, de Carlos Lechuga) exhibe ya una considerable y temprana madurez tras aquel, su prometedor debut.
Silvia Águila (Los dioses rotos), Miriel Cejas (Lisanka), Héctor Noas (Verde Verde), Tomás Cao (Penumbras) y la actriz de teatro Idalmis García constituyen otros notorios desempeños.
Conducta, llevaría entonces, la máxima calificación docente: 5 o Excelente.
Excelente película… Felicitaciones para todos los que tuvieron que ver con la realización de esta y sobre todo un merecido reconocimiento a Armando Valdés Freire (Chala) y a Alina Rodríguez.