A veces las medallas se escapan. A veces son inaccesibles. Y cuando son imposibles hay que reconocerlo como ahora en el mundial de ciclismo de pista, en Cali, Colombia, donde ninguna de nuestras cuatro representantes pudo subir al podio.
Lisandra Guerra, con su cuarto lugar en los 500 metros contrarreloj, se reafirmó en la elite mundial a puro talento y corazón, pues su preparación hoy no se acerca en condiciones y fogueo internacional a la que recibiera cuando alcanzó tres preseas del orbe, incluida el título en el 2008.
El pasado año, la matancera hizo otra proeza con un bronce universal en el keirin que debimos resaltar a la altura de un título. En el velódromo sudamericano no pudo repetirlo y finalizó oncena; en tanto fue decimotercera en la velocidad. Todavía tiene calidad para enfrentar el área centrocaribeña y panamericana, pero sus pedalazos extrañan una época en que era casi invencible.
La otra parte de la comitiva se comportó bajo la misma premisa, aunque el décimo lugar de Marlies Mejías pudo ser mejor si no le hubiera ido tan mal en las carreras de grupo. Yudelmis Domínguez es hoy la décima del planeta en la carrera por puntos y decimocuarta en la persecución individual; mientras Yumari González sigue siendo una veterana de respeto con el séptimo escaño del scratch.
Con un ciclismo demasiado alto – hubo récord de países y pedalistas (Alemania dominó con 3-3-0)—, nuestras muchachas no cumplieron con al menos una medalla, pero realmente no podían. Y pelear contra lo imposible también se aplaude.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.