Por: Rudens Tembrás Arcia, Gretel Díaz Montalvo, Jorge Pérez Cruz y Ramón Barreras Ferrán
Poco más de un año después de realizada la primera visita a gimnasios biosaludables de Las Tunas, Camagüey, Cienfuegos y Mayabeque, Trabajadores regresó a las mismas instalaciones de entonces, con el fin de valorar la realidad allí existente.
En cada sitio apreciamos que se mantienen vivos el interés de la comunidad, el amplio acceso a estos medios y la labor dedicada de los especialistas del deporte asignados al programa. Mas los peligros afloran en forma de herrumbre y desidia, por falta del debido mantenimiento y claras evidencias de desprotección, irresponsabilidad de los practicantes y hasta vandalismo. Pululan los remiendos como paliativo a las roturas.
Rumbo a cuidados intensivos
Hace más de un año, en declaraciones a este semanario, Ana María Beltrán, metodóloga de actividad física comunitaria en la Dirección Provincial de Deportes de Las Tunas, expresó sus preocupaciones por el deterioro visible en los gimnasios biosaludables de los ocho municipios del territorio.
Hasta hoy sus inquietudes siguen insatisfechas, pues los daños en algunos aparatos parecen ya irreversibles, “sobre todo en los situados en la calle Luis Manuel Suárez, en el populoso reparto Buena Vista de la ciudad capital, y en el de Puerto Padre”.
En el primero de ellos, el profesor Arnaldo Fernández Pérez lamenta la acelerada decadencia de los medios: “De los 12 colocados hay cinco totalmente rotos: la bicicleta, el poni, el columpio, la cintura y el timón, en tanto el resto requiere de mantenimiento y piezas de repuesto, principalmente de rodamientos (cajas de bolas)”, enfatiza.
“En los 13 gimnasios disponibles en la geografía tunera, explica Ana María, se atienden alrededor de 2 mil 802 practicantes sistemáticos, todos con diagnóstico médico y asesorados por especialistas en la materia. No obstante, la experiencia del proyecto indica que estos equipos son más atractivos para niños y jóvenes como espacio de recreación, pues aún resulta insuficiente la promoción de sus beneficios en materia de salud, empleándolos con orden y asesoría.
Preservar la lozanía de ese esfuerzo estatal trasciende los dominios institucionales, pues sus usuarios debieran actuar con responsabilidad en cada sesión de trabajo.
Sin embargo, su vigilancia y conservación dependen también de decisiones locales que garanticen custodios y personal con los recursos mínimos requeridos para el mantenimiento de piezas emplazadas a la intemperie y expuestas al sobreuso.
Todos quieren parecer atletas
“Ya la gente no lo ve como un parque de diversiones”, asegura Roberto García Canino, director del combinado deportivo del distrito Ignacio Agramonte, en el municipio de Camagüey, cuando habla de la aceptación de los gimnasios biosaludables a más de un año de su establecimiento.
El número de estas instalaciones en el territorio aumentó de nueve a 21 en el 2013, con varios municipios dotados de dos áreas: “Son más valorados en lugares donde hay pocas opciones recreativas o no existen otros gimnasios de musculación”, señaló Erick Arias Vielza, jefe del departamento de Actividad Física Comunitaria y Promoción de Salud de la Dirección Provincial de Deportes.
Y es que más de 46 mil camagüeyanos, sobre todo jóvenes y adultos mayores, se convirtieron en practicantes sistemáticos durante el pasado año, en aras de tonificar su cuerpo u obtener movilidad articular, mediante los planes de trabajo diferenciados que preparan los profesores encargados de estos espacios.
Decenas de personas asisten a los gimnasios desde antes de las seis de la mañana y hasta después de las nueve de la noche, gracias a la flexibilidad del horario. Sin embargo, persiste la preocupación por las acciones de conservación.
Según Erick, los equipos deben recibir atención una vez al año por parte de entidades especializadas como Planta Mecánica, pero ello no sucedió en el 2013 por falta de previsión en el presupuesto, o sea, que la demanda planteada en ese período no podrá efectuarse hasta este 2014. Urge destacar, en este sentido, la importancia de que la población colabore más con el cuidado de los mismos.
Pero esperar de “arriba” los recursos no es el fuerte de Roberto, quien en su combinado decidió que “los operarios arreglan fisuras y pintan los hierros, además de buscar soluciones a las roturas con las empresas de la zona”.
La demanda de la población camagüeyana crece por días, y ya no solo busca hacer ejercicios, sino además recibir orientación en las consejerías de actividad física comunitaria que se establecen los sábados en cada instalación de este tipo.
Son buenos esos hierros
Guillermito, adolescente que vive en uno de los edificios cercanos, asiste diariamente al gimnasio biosaludable que está a disposición de quienes deseen realizar ejercicios físicos en la barriada de La Juanita, en la ciudad de Cienfuegos.
Terminadas sus clases deja a un lado el uniforme para dedicarle dos o tres horas a la ejercitación. “No aspiro a ser un gran atleta, sino a mantenerme en forma”, dice mientras se apodera de uno de los aparatos que permiten fortalecer los músculos de los brazos.
En esta visita periodística al gimnasio cienfueguero apreciamos que los medios allí existentes se encuentran en buen estado; que la asistencia sigue siendo numerosa, sobre todo al atardecer; y que la ubicación de un aro de baloncesto en perfectas condiciones amplía las posibilidades para la actividad deportiva y el entretenimiento.
La instalación forma parte —en la práctica— de un complejo que incluye una pista no solo dedicada a los corredores, sino también a las personas interesadas en “estirar” su cuerpo.
No obstante, persiste entre los residentes de la ciudad la queja de que el gimnasio resulta pequeño en los horarios picos de afluencia de la población, y que para los habitantes de las barriadas periféricas se hace difícil transportarse hasta el emplazamiento.
Lo ideal sería crear otros en puntos diferentes de la urbe, pero esa aspiración pasa por el complejo tamiz de la disponibilidad financiera para adquirir los aparatos.
Mientras, numerosos cienfuegueros hacen suyo cada día el único gimnasio existente, el cual demuestra resistencia a las inclemencias del tiempo y al sobreuso. Al parecer Guillermito tiene mucha razón cuando afirma que “son buenos esos hierros”.
Contrastes en Mayabeque
En el combinado deportivo Nelson Fernández, de San José de las Lajas, hallamos nuevamente al profesor José Antonio Calvo. Con su alegría contagiosa resaltó las facilidades creadas para los usuarios, entre ellas la amplitud del horario, la iluminación del área, la presencia del técnico en la mañana (6:00 a 10:00 a.m.) y la tarde (5:00 a 8:00 p.m.), y la existencia de un “profesor fantasma” a toda hora.
Se trata de pizarras informativas de gran tamaño que indican la secuencia ideal de los ejercicios y los usos y beneficios de cada aparato, así como los parámetros normales del pulso cardiaco de acuerdo a la edad del practicante y la intensidad de su ejercitación.
Pero las sonrisas se apagaron al valorar las afectaciones de varios de los 11 medios allí ubicados, dos de los cuales estaban inhabilitados al momento de nuestro recorrido. Lo más preocupante, sin embargo, son la cantidad y envergadura de los remiendos, cuya durabilidad no será muy larga. La creciente herrumbre que corroe los hierros y lo endeble de algunos rodamientos son otras alertas de un colapso no muy lejano. Calvo explicó además las consecuencias del vandalismo, pues “se han llevado manubrios, rodamientos, tapas plásticas, y trataron de robarse la bicicleta”, que por suerte rescataron y ahora solo se saca de la oficina durante la estancia del técnico en el lugar, decisión que contradice el reglamento aprobado para el programa. Nuestra intempestiva visita en horas de la tarde halló custodios en el lugar y conocimos que desde hace algún tiempo están activos las 24 horas.
En San José, sin embargo, se acaba de inaugurar un gimnasio nuevo en lo que antaño fuera un taller textil (Cedanita). Nueve aparatos brillan entre desgastadas paredes que podrían venirse abajo si no se acomete el proyecto de edificar allí un centro deportivo. Los vecinos afirman que el lugar posee vigilantes, pero nuestro equipo se paseó por todo aquello sin que nadie advirtiera su presencia. Una interrogante “se cae de la mata”: ¿Resulta preferible crecer en número de gimnasios o reemplazar aquellos equipos vencidos por el clima, el sobreuso, el maltrato y la desatención?
Pasadas las cuatro de la tarde llegamos al único gimnasio biosaludable de Güines, instalado en el ahora extinguido combinado deportivo Nelson Fernández. Nuestro recuerdo de aquel lugar dista bastante del actual escenario, pues solo quedan idénticos el afán del maestro Osmani Castillo y el entusiasmo de sus muchachas. Las pancartas informativas desaparecieron y el proyecto de dibujar en la pared un gran mural instructivo jamás se concretó. Los 12 equipos funcionan, pero algunos milagrosamente. La corrosión y el desgaste se enseñorean porque “los médicos de estos hierros” no pueden o no quieren mantenerlos sanos. De todas formas, la sesión de ejercicios comienza, una más de las tantas que han reconfortado a esta población desde noviembre del 2011.