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Curva donde debió ser recta

Incidente en el partido Matanzas-Villa Clara
Incidente en el partido Matanzas-Villa Clara

No es reiterativo el tema aunque haya pasado una semana del incidente ocurrido en el partido Matanzas-Villa Clara. Las medidas tomadas con los dos peloteros Freddy Asiel Álvarez y Demis Valdés, el árbitro Osvaldo de Paula, así como con los comisarios técnicos y el resto del personal parecen más curvas que rectas a un fenómeno que debemos parar desde su esencia.

La indisciplina, violencia y falta de cultura en los espectáculos deportivos no es privativa del béisbol (fútbol y baloncesto tienen ejemplos de sobra en campeonatos nacionales), ni tampoco ha sido visible solo entre los jugadores. Aficionados, directivos y personal auxiliar también se han visto involucrados y poco a poco los casos aislados de años atrás se han regularizado, con tintes dramáticos como el vivido el pasado 17 de febrero.

Sin embargo, la mano no debió temblar ahora, cuando pudimos ser testigos de una trifulca mayor y hasta una muerte —no exagero, pero era posible si el swing de Valdés impactaba en el rostro del lanzador villaclareño, aunque lo hizo en el de Ramón Lunar—, incompatibles con los preceptos de nuestro movimiento deportivo. Y ahí comienza una de las esencias.

Nada justifica un pelotazo y mucho menos intencional como los propinados por Freddy (a Yasiel Santoya más claros, no así a Víctor Víctor), pero esto siempre ha llevado una sanción cuando la apreciación arbitral es certera: expulsión de uno o varios juegos.

Coincido que fue errada la actuación de Osvaldo de Paula, pero nadie, nadie puede tomar la justicia por sus manos en un juego de béisbol —menos con un bate y sin ser además el pelotero afectado— tal y como lo hizo el matancero Valdés.

Sin tapujos, esa agresión física merecía la expulsión deshonrosa y definitiva de nuestro movimiento deportivo y no un año separado del béisbol, lo cual está recogido en el Capítulo III, Artículo 4, inciso f, del Reglamento Disciplinario, aprobado para la Serie Nacional.

Educar a un hombre significa también educar al resto de sus compañeros, por tanto, aplicar la medida más radical es la única forma de que nadie mañana intente, ni por equivocación, repetir el hecho, porque entonces cuál medida impondremos.

Hemos leído que la Dirección Provincial de Deportes de Villa Clara apelará la sanción impuesta a su mejor pítcher —por cierto, uno de los que más desball da por campaña dado sus lanzamientos pegados— y los argumentos no deben minimizar la mala conducta de Freddy, pero sí pueden tener peso como para su reincorporación a los play off si su conjunto clasifica, pues todos conocemos en 53 series nacionales a decenas de serpentineros que lanzaron “avisados” pelotazos y nadie cargó con una suspensión completa, siendo incluso miembros de selecciones nacionales.

Era esta la oportunidad de ser más severo y preventivo en otros aspectos que rodean desagradables incidentes. Por ejemplo, refrendar que aficionados que cometan actos de indisciplinas como las vistas en las últimas campañas en los estadios, el equipo perderá su derecho a jugar como local y lo hará en terreno neutral.

Asimismo, aumentar las multas a 500 o 1000 pesos para los incidentes que dañen la imagen del evento (como el de ahora); suspender el término de amonestación pública (no tiene peso alguno en estos casos), y penalizar a los directores de equipo con más severidad por su responsabilidad en actos incorrectos.

El trabajo de psicólogos, entrenadores, delegados y dirigentes con nuestros peloteros debe enfocarse en mostrarles que sin ser la pelota un juego para señoritas, las acciones violentas no dan jonrones ni ganan encuentros. Es también una tarea para la familia, los amigos y toda la sociedad.

Quienes vamos a los estadios lo hacemos para aplaudir, imitar las virtudes de los más talentosos y convertirlos en ídolos, nunca para presenciar broncas. ¿Será posible rectificar y tirar rectas?

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