Dos hombres dialogan en un banco del parque Vidal, de Santa Clara. Uno es Jesús Menéndez, el otro un joven negro tabaquero. Transcurre el año 1937 e inevitablemente surge el tema de la discriminación racial que impedía el acceso a muchos empleos.
Menéndez invita al muchacho a colaborar con el movimiento sindical. Su interlocutor le responde que simpatizaba con el sindicato y había participado en asambleas, pero trabajaba de día y estudiaba de noche para hacerse contador. Jesús elogia su afán de superación, aunque le advierte que por ser negro no iba a encontrar trabajo ni en la compañía de electricidad, ni en la de teléfonos ni en un banco y tal vez en ninguna oficina. Para combatir contra injusticias como esas lo exhorta a sumarse al Comité de Unidad Sindical cuyo objetivo era unir a los trabajadores en la lucha por sus derechos.
Poco después, a aquel joven lo propusieron en asamblea para dicho comité, por ser “un muchacho que nos puede ayudar como secretario de actas” y ese fue el punto de partida de la destacada trayectoria sindical de Reinaldo Fundora, ya fallecido, fundador de la Federación de Trabajadores de Las Villas, y de la CTC.
Lo que hizo Menéndez fue captar a una persona con preocupaciones sociales y condiciones mínimas para prepararse como cuadro sindical, que hoy denominaríamos formación de liderazgo, un tema de máxima prioridad en estos tiempos, requerido de la mayor atención del movimiento sindical y que no por casualidad forma parte de la estrategia de subversión interna del enemigo contra la Revolución cubana.
Siempre que pienso en liderazgo recuerdo la expresión del Comandante en Jefe cuando aseguró que en el pueblo había muchos Camilos. ¿Y quién era Camilo cuando llegó a Cuba a bordo del yate Granma? El Che lo caracterizó como muy indisciplinado, temperamental, que sin embargo supo rectificar a tiempo esos defectos. “Me cabe el orgullo de haberlo descubierto, como guerrillero”, dijo el Comandante Guevara, y aquel Señor de la Vanguardia, como fue justamente llamado, se convirtió en uno de los líderes más carismáticos y queridos por el pueblo. Años después, Fidel expresó, en el sepelio del Capitán de la clase obrera cubana, que entre los trabajadores hay muchos Lázaros.
Llegado a este punto alguien podría hacernos la pregunta: ¿El líder nace o se hace? No nos alcanza el espacio para responder a profundidad, pero si bien nuestra historia atesora figuras con cualidades personales prácticamente innatas para ejercer un liderazgo que se manifestó cuando las condiciones fueron propicias, hoy se impone buscar y encontrar esos Camilos, y Lázaros, y Vilmas –porque la presencia de la mujer en nuestra sociedad es creciente─ con valores morales, ejemplaridad, credibilidad, visión de futuro: en pocas palabras, con “madera” para dirigir en cualquier esfera, incluido el movimiento sindical. Formarlos desde abajo, en estrecha vinculación con las masas, es la mejor receta.