Tomemos como ejemplo uno de sus más populares libros: Cuentos de Guane. El tema puede resultar difícil, sobre todo en un libro escrito para los niños: la muerte de un familiar querido es el punto de partida de la historia. Pero la narración es ágil, bien equilibrada, pletórica de emociones. Acompañamos a los hermanos protagonistas en su devenir, en el descubrimiento fascinante de un paisaje, de un ambiente… Y también en un viaje interior, que alguna vez apunté que parecía francamente proustiano (sin el regodeo descriptivo y la complejidad estructural de Proust, por supuesto).
Ahí está el “misterio” de la creación de Nersys: no escribe solo para los niños evidentes, sino también para los niños que llevamos todos dentro. Su público no tiene edad definida: tiene espíritu.
A lo largo de las últimas décadas, la escritora ha evitado todo lo que ha podido los reflectores, las cámaras de televisión, las grabadoras… Se ha encerrado en su casa (en su caracol, como a ella le gusta decir) a alumbrar esos mundos maravillosos. Y no son maravillosos por excesos fantásticos —de hecho, parte de su creación es hasta cierto punto realista—, sino por la singularidad de la mirada, la manera de construir sus personajes, por la sencillez profunda de las tramas.
Nersys Felipe tiene el don de hacer interesante una situación rutinaria. Es que ella es también una poetisa, y los poetas ven la mano de la divinidad hasta en la grisura apabullante.