Tal vez porque siempre fue muy activo y nunca soportó las injusticias, aceptó representar a sus compañeros de labor con apenas 17 años, y a solo tres meses de haberse incorporado al centro donde inició su vida laboral, cuando debían transcurrir seis para que pudiera considerarse fijo. Aquella primera responsabilidad en el sindicato fue la de delegado del departamento de mensajería en Cuba Radio Internacional. “Cuando el jefe de tráfico me preguntó por qué había aceptado ese cargo si todavía no era de la plantilla, le respondí: ‘Porque me eligieron’”.
Más de seis décadas después, a sus 83 años, Eladio Carranza Astiategui declara con orgullo que el trabajo sindical ha sido su vida, y a él le ha dedicado todos sus esfuerzos, capacidad e inteligencia.
“Formábamos parte de un sindicato nacional, aunque tenía pocos afiliados, ya que la empresa contaba con oficinas en Radiocentro, La Habana, y en Camagüey; una planta transmisora en Bauta y otra en Cabañas, Pinar del Río. Existían entonces una Federación telefónica y una cablegráfica, y nosotros estábamos afiliados a la primera”.
Era el año 1948, Eusebio Mujal y sus compinches se habían apoderado de la dirección de la CTC y al frente de los telefónicos estaba un servidor de la patronal, Vicente Rubiera.
Probablemente algunos pensaron que el muchachito de la mensajería no tendría futuro como dirigente sindical y que le faltarían arrestos para enfrentar situaciones difíciles, pero se equivocaron. Carranza se convirtió en secretario general del sindicato de su centro y en 1956 encabezó allí la célula de la sección obrera del Movimiento 26 de Julio. Llevó a sus trabajadores a la huelga el 9 de abril de 1958, y ese día realizó acciones de sabotaje, lo cual lo colocó en el punto de mira de las fuerzas represivas, por lo que se vio obligado a pasar a la clandestinidad.
Continuó vinculado a la sección obrera del Movimiento hasta que en el mes de octubre fue apresado y sometido a atroces torturas en la Novena y la Quinta estaciones de Policía.
Tuvo la dicha de ver la victoria en un primero de enero particularmente intenso, porque ese día salió de la prisión de El Príncipe, organizó y orientó junto con otros sindicalistas revolucionarios la ocupación de la Federación Telefónica y de los centros de trabajo del sector y participó en la toma de la CTC, como parte de la huelga general revolucionaria convocada por Fidel.
Inmediatamente se entregó de lleno al proceso de depuración de los sindicatos de los elementos mujalistas para sustituirlos por dirigentes legítimamente electos por los trabajadores, y no olvida aquel acto de los telefónicos en la CTC, en el que participó el comandante Camilo Cienfuegos, donde fue destituido Rubiera, quien había detentado la máxima dirección de la Federación.
Vinieron años de trabajo intenso, en los que Carranza participó en seis congresos de la CTC —desde el X al XV— y fue electo secretario general de la Federación Telefónica que en 1961 se transformó en Sindicato Nacional tras fundirse las federaciones telefónica y cablegráfica; y 10 años después ocupó esa responsabilidad en el que se denominó Sindicato Nacional de Comunicaciones. Fue miembro del comité nacional de la Central, jefe del departamento de divulgación de la CTC, director de su Editora de Propaganda hasta su retiro, y durante un tiempo atendió a los jubilados de su sector.
Siente gran satisfacción de haber trabajado con Lázaro Peña en los años 60 y en los preparativos y el desarrollo del XIII Congreso. De él aprendió a no vencer sino convencer, a no imponer sino siempre escuchar. “El dirigente sindical tiene que estar en la base, donde se presentan los problemas, junto a los trabajadores, y no ir allí a enseñar sino también a aprender de ellos; además, para dirigir hay que saber, no es posible convencer sin conocimiento del sector, sin dominio de la actividad que allí se realiza”, recalca.
“Creo que el XX Congreso va a tener éxito precisamente porque previo a su sesión final se discutieron ampliamente los temas en los colectivos laborales, con los trabajadores”, concluye.