Que conste que no soy fan del Bieber. Creo que me gusta la buena música. Creo, porque esto de la buena música tiene sus careos. Una cosa es indiscutible: Bieber no es Mozart, ni se le acerca al genio.
A Justin Bieber, el ídolo adolescente canadiense de 19 años, lo detuvieron dos veces en una sola semana. Y más de 100 mil personas ahora han firmado en el sitio web de la Casa Blanca, We the people, una petición para que Bieber sea extraditado a Canadá y expulsado de los Estados Unidos. Se le ha considerado una mala influencia para el país. Por la cantidad de firmas, el Gobierno estadounidense tiene la obligación de opinar sobre el tema. La valoración del Gobierno se espera para el 22 de febrero próximo.
Bieber sigue con su papel de Bad Boy, de chico malo, acumulando escándalos. La semana pasada lo arrestaron en Miami Beach por abusar del alcohol y por competir en carreras ilegales de automóviles. El 30 de noviembre, el ídolo canadiense atacó al chofer de su limusina. La policía de Toronto lo detuvo por la agresión. Permaneció cerca de 10 horas en una comisaría y luego fue puesto en libertad.
«Nos gustaría que el insensato, peligroso, destructivo y consumidor de drogas Justin Bieber fuera extraditado – el procedimiento jurídico por el cual una persona acusada o condenada por un delito conforme a la ley de un Estado es detenida en otro- y que su permiso de residencia (green card) fuera revocado, dicen los firmantes de la solicitud. Un ciudadano de Detroit creó la campaña y la nombró Deport Justin Bieber and revoke his green card (Extraditar a Justin Bieber y revocar su green card).
En realidad, en el mundo del espectáculo estadounidense, no creo que Bieber sea el único que pueda llamarse insensato, peligroso, destructivo y consumidor de drogas. El problema principal del canadiense es su nacionalidad. Él no es de Estados Unidos. La estrella del pop, Usher, lo trasladó de un país que ni se menciona y lo llevó a los escenarios a hacer chillar a las multitudes de jovencitas y a la euforia estadounidense de los adolescentes. Su apariencia lo ayudó más que su talento.
El error enorme de Bieber consiste en haber traicionado la confianza que le dieron en el “país de las oportunidades”, en haberse salido de la liviandad que le tocaba seguir, de su belleza medio andrógina para dar un mal ejemplo de ciudadano. Lo de Bieber, a los ojos del American Pride (orgullo americano), debe ser ingratitud.
A favor del artista canadiense, el pasado fin de semana se inició otra campaña, Consider not to deport Bieber (Consideren no deportar a Bieber), que lo apoya y que cuenta con poco más de 900 firmas. “Paren de solicitar la extradición del cantante. Es un ser humano y comete errores. No se merece esto”, dice el autor esta última petición, de Nueva Jersey.
Después del incidente de Miami Beach, en las redes sociales volaron miles de comentarios. La familia de Bieber se declara preocupada y entienden que necesita tratamiento.
Más allá del fenómeno de la Bieberización, a la Casa Blanca han llegado propuestas tan insustanciales como que Miley Cyrus fuera la encargada de componer un nuevo himno nacional o que se construyera la Estrella de la Muerte de la conocida saga de La Guerra de las Galaxias. En cuanto a la última, el Gobierno declaró que el coste de la Estrella de la Muerte sería de millones de dólares lo que imposibilitaba su construcción, según la revista Time.
Millones de dólares cuestan también las guerras que han ocurrido en el Oriente Medio y en las que ha participado EE.UU, y por las que ha habido menor revuelo que por la conducta de Justin Bieber. En esas guerras han muerto inocentes de todas las edades, incluso adolescentes o jóvenes de la edad de la estrella del pop que, por supuesto, no eran famosos. Ese es el peso más grande de Bieber, la fama. Sin fama, el comportamiento de Bieber no hubiera pasado de ser una juventud irreflexiva como la de cualquier americano, como la de un joven ordinario.