Con apenas 18 años de edad, Lázara Santiago Rodríguez se inició como dirigente sindical en el barrio Los Negros, en Jiguaní, donde laboraba como parte del primer contingente de maestros voluntarios que en 1960 se trasladó a Minas de Frío, en plena Sierra Maestra.
Por su desempeño en el quehacer del sindicato, en 1961 participó como delegada en el congreso constituyente del Sindicato de la Educación y en el XI Congreso de la entonces Confederación de Trabajadores de Cuba Revolucionaria, a partir de ese momento denominada Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Se mantuvo como dirigente sindical de base hasta 1966, en que pasó a desempeñar otras responsabilidades técnico-administrativas, en virtud de lo cual asumió la dirección consecutiva de varias escuelas de secundaria básica. Cinco años más tarde, luego del proceso de fortalecimiento de los sindicatos, ocupó cargos en el provincial de Educación de La Habana.
“En 1987 fui promovida para dirigir la CTC en la referida provincia, y aún hoy, con varios años de jubilada, me mantengo como miembro del comité provincial, en el cual además de apoyar toda la actividad sindical atiendo a los jubilados desde 1994.
“Mi vida como dirigente sindical me ha dejado indelebles huellas, pues excepto en los congresos XII y el XVIII he participado en todos los demás como delegada o en calidad de invitada.
“Considero que el XIII Congreso de la CTC marcó una pauta; fue verdaderamente histórico porque los sindicatos empezaron a resurgir con mucha fuerza, y se fijó el derrotero de un grupo de asuntos que, en aquellas circunstancias, el movimiento sindical estaba llamado a resolver.
“Algo esencial fue el llamado a los trabajadores a unirse, sobre todo en la universalidad de los principios, cada sector a partir de sus propias características, lo cual Lázaro Peña insistía tener en cuenta si queríamos avanzar lo suficiente”.
Lázaro fue el alma de aquel Congreso, a cuya organización se entregó de lleno a pesar de estar muy enfermo, de ahí que Lázara considere que “cuando se hable de aquel evento, necesariamente hay que hablar de él y viceversa”.
Huellas del líder
Ella no olvida que cuando se reunían en el teatro chico de la CTC para revisar cómo marchaban los preparativos del XIII Congreso, el Capitán de la Clase Obrera cubana insistía en que el sindicato era abajo, que había que estar abajo, y era de todos, de ahí la necesidad de trabajar directamente con la totalidad de los trabajadores.
“No podemos dirigir desde arriba. El trabajo sindical es en las fábricas, en los centros, porque tenemos que saber cómo piensan los trabajadores, y no se trata de lo que el dirigente sindical piensa”, enfatiza la veterana sindicalista.
“El principio de la unidad no se puede ver en abstracto. Cuando se logra que todos vean al sindicato como propio, se les une. Cuando una persona llega a un centro laboral lo primero que le preguntan es si se va a sindicalizar. Eso no puede ser. Se le invita a una asamblea, para que vea, analice, se informe y decida si se incorpora o no.
“Opino que al concepto trabajadores tenemos que darle mucha fuerza, porque no solo comprende al obrero, sino también a quienes se desempeñan en los centros no productivos.
“La figura de Lázaro me impactaba no solo por la elocuencia de sus palabras, sino además por su manera de llegar a los trabajadores, su vocabulario sencillo, comprensible, y su peculiar modo de explicarlo todo. ¡Había que ver la forma tan excepcional en que razonaba con ellos!
“Decía, abiertamente o de manera tácita: ‘todo el mundo se tiene que unir para poder llegar a lo que realmente nos hace falta: la unidad’. Escuchaba a todos y les hablaba con mucha claridad. Insistía en que si un trabajador planteaba algo, era necesario atenderlo y si no era posible solucionar el problema explicárselo con argumentos convincentes”.