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Plaza de los Trabajadores: la historia de un nombre

Foto: Otilio Rivero Delgado.
Foto: Otilio Rivero Delgado.

¿Usted conoce otra Plaza de los Trabajadores que no sea la de Camagüey? Creo que no. Cada una de las provincias cubanas cuenta, al menos, con uno de esos espacios que suelen albergar a grandes cantidades de personas lo mismo para recrearse que manifestarse o relajarse; cada ciudad cuenta con un lugar ancho y espacioso que llamamos plaza. Pero en lo que casi nadie coincide es en los nombres.

Esa plazoleta camagüeyana, ubicada en una ciudad próxima a cumplir medio milenio y que hoy transforma su imagen como parte de los festejos, existe desde el siglo XVIII ubicada en el mismo espacio frente a la iglesia de La Merced. En aquellos años se dedicaban parte de sus tierras a las hortalizas y al ganado hasta que más tarde, durante la República, se instauró un parque arbolado con bancos y se sembró la primera de las ceibas que la identificaría.

Con esta nueva estructura se necesitaba un nombre, por lo que la denominaron Plaza Charles A. Dana, en recordación del periodista norteamericano con el que colaboró José Martí mientras estaba en los Estados Unidos.

Cuentan las crónicas de la época que a alguien se le ocurrió más tarde llamarla General Batista, pero como el camagüeyano no tiene un pelo de tonto, la idea no cuajó y en 1946 decidieron ponerle Carlos J. Finlay.

Claro que, para no dañar sensibilidades, instauraron una tarja en homenaja a Dana, a pesar de que cuyo nombre, de seguro, no es recordado por muchos agramontinos. Además, luego la “voz populi” se impuso y pasaron a conocerla, a pesar de las decisiones, como la plaza de la Merced, y aún algunos lo hacen.

Cambios y nuevos nombres

“Cuando triunfa la Revolución este fue el lugar escogido para hacer las manifestaciones porque dentro de la ciudad era la plaza más grande y, al estar muy cerca del comercio, enseguida se agrupaban enormes masas de obreros”, asegura Jaime Zurita, quien se desempeñó en los años 70 como segundo secretario de la organización en el territorio.

El también sindicalista azucarero considera, como muchos, que el nombre actual responde a que los trabajadores habían hecho suyo este espacio para cuanto evento o concentración fuera necesario. Y así lo testimonian los periódicos de la época, en los cuales se anunciaban arengas revolucionarias como la del mes de enero en 1962 que convocaba a las masas a “presentarse en la Plaza de los Trabajadores” con la frase: “con OEA o sin OEA ganaremos la pelea”.

Allí también nació la primera Casa del Sindicato con la que contó la provincia de manera oficial, aunque desde semanas antes ya los obreros se habían instalado en el edificio La Popular, el cual pasará a ser un Centro de Convenciones, como parte del actual programa Ciudad 500 que se desarrolla en vísperas de las celebraciones del día dos de febrero.

Mítines, reuniones y hasta grandes personalidades de la organización se dieron cita en este lugar. Uno de ellos fue Lázaro Peña, dirigente sindical, que durante su discurso el 10 de febrero de 1962 como parte del Congreso Provincial de la Delegación de la CTCR anunció que “estamos con el espíritu de avanzar y triunfar”, refiriéndose a la etapa histórica que acontecía.

Luego la sede de la CTC se trasladó de lugar, pero en las mentes y sensaciones camagüeyanas quedó aquello de que ese era el sitio donde la masa obrera de la villa comenzó a erigir sus derechos y a verse como trabajadores.

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