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Antes de que viniera el olvido

Foto: Tomas Bravo/ REUTERS
Foto: Tomas Bravo/ REUTERS

Por: Jorge de Armas

Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con la cama deshecha
donde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.

Juan Gelman

Hubo un tiempo en mi Cuba en la que mi generación se supo comprender en Latinoamérica. Para algunos el internacionalismo fue la realidad de entregarse a causas allá dónde fueran, para otros fue solidaridad, ver a líderes y poetas en La Habana, junto a los protagonistas de siempre.

A mí, como a muchos, Latinoamérica me entró por la literatura: Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez. En la poesía fueron Roque Dalton; Mario Benedetti; Ernesto Cardenal y. De tantos escritores, al único que vi en persona, un invierno habanero en Casa de las Américas, fue a Juan Gelman.

Hay algo en la poesía que implica inexorablemente progreso. Para ser poeta hay que pensar en futuro, aunque evoque sus nostalgias, el poeta enlaza su pasión con la vocación de futuro. De ahí que las dictaduras no sean amigas de la poesía, de ahí que Gelman tuviera que exilarse en México, de ahí que su Argentina fuera la nostalgia.  Un sentimiento entre tango y melancolía, una pasión que lo hizo diferente, de una militancia sin panfleto, viviendo la poesía como un todo.

Recuerdo de su charla una simpatía sin rencor.  Hablaba de sus sufrimientos, con tiempo y pausa para el humor, con una voz así, profunda, de esas que siempre quieres escuchar. Él, que sufrió secuestros y desapariciones, nos decía, sin decirlo, que su refugio siempre fue la poesía.

Pero hoy el poeta decidió irse, no cansado, pero quizás deudor de un tiempo y seguro de lo hecho. Por él América Latina estuvo mucho más cerca para mí, con él supe mejor a donde pertenezco, a quien me debo y el por qué prefiero la palabra por sobre cualquier otra forma de hacer.

Hoy, como el poeta risueño que recuerdo, nos diste un beso a todos y te fuiste. Te fuiste previniendo, casi sin tiempo para darte las gracias. Sin darnos la espalda, quedándote en cada verso y en cada recuerdo. Como el poema tuyo de la muchacha, ese que nunca he dejado de leer, saliste al balcón, y sin decir adiós, partiste, antes de que viniera el olvido.

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