El líder revolucionario Antonio Guiteras Holmes «fue el primer alto funcionario cubano que antepuso los intereses del país a las compañías imperialistas. Con anterioridad, ningún gobernante había osado afectar los intereses de las empresas yanquis…»
Esta valoración hecha por el historiador cubano José A. Tabares del Real describe con toda exactitud a una de las figuras más descollantes de la llamada Revolución del 30 en la Cuba del siglo pasado, cuando decretó la intervención oficial de la mal llamada Compañía Cubana de Electricidad, propiedad del poderoso consorcio Electric Bond and Share.
Aquel acto de soberanía ocurrió el 14 de enero de 1934. Guiteras encabezaba la vertiente genuinamente revolucionaria de un gabinete presidencial heterogéneo integrado por elementos derechistas y demagogos prestos a servir a los intereses de Estados Unidos en la isla convertida en su traspatio desde 1902.
Como Secretario de Gobernación puso en práctica un programa mínimo de reformas sociales de gran repercusión popular. La implantación de la jornada laboral de ocho horas, la institucionalización de un sistema de seguros y retiros para los obreros, la autonomía universitaria y la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad, fueron algunas de las medidas establecidas.
Comienzo de un conflicto
La Compañía —bautizada por el pueblo como «el pulpo eléctrico» por las altas tarifas que imponía a sus usuarios»— se vio envuelta en un conflicto con sus trabajadores quienes presentaron 41 demandas que deberían ser aceptadas en un término de 48 horas.
La dirección patronal recurrió a maniobras dilatorias y los representantes sindicales se aprestaban para emprender una huelga. Tras casi 24 horas de discusiones fueron concedidas 30 demandas y se aplazaban las 11 restantes, que eran precisamente las más importantes.
El monopolio yanqui buscaba el siniestro propósito de agravar la situación, acrecentar las protestas populares, desestabilizar al gobierno —que no tenía el reconocimiento de Washington— y finalmente desatar una crisis política tal que desembocara en la intervención militar de los marines norteamericanos con el socorrido pretexto de proteger los intereses del imperio.
La Compañía evadía seguir tratando las reclamaciones de sus trabajadores. El 13 de enero venció el plazo dado para satisfacer las exigencias sindicales. Comienza la huelga y se interrumpió el servicio de tranvías, agua y todo lo que dependía de esa entidad estadounidense en la capital y otras ciudades del país.
En la madrugada del siguiente día Guiteras se reunió con representantes obreros y de la Compañía. Se percató en medio de las discusiones de la terca actitud de la patronal yanqui. Se levantó de su asiento y expresó: con natural serenidad: «Sigan ustedes discutiendo, que yo voy a dar corriente eléctrica al pueblo».
Abandonó la reunión y en su despacho, a la luz de un candil, rubricó el decreto ley que disponía la intervención de la prepotente Compañía y nombró a un trabajador como su administrador provisional. Al mediodía del 14 de enero de 1934 se restableció el fluido eléctrico.
Al día siguiente, sin embargo, el presidente de la República, Ramón Grau San Martín, claudicó ante militares traidores que respondían a los dictados de la embajada yanqui. Como resultado de una crisis política se instauró entonces un gobierno títere cuya primera disposición fue devolver a los monopolios norteamericanos las prebendas y propiedades que le facilitaban el control absoluto de la isla.
Perseguido y en el clandestinaje, Guiteras continuó la lucha revolucionaria y antimperialista hasta caer asesinado en mayo de 1935.
Con el triunfo de la Revolución Cubana se hizo realidad el sueño del joven líder al poner en manos del pueblo aquella Compañía que simbolizaba la voracidad y la explotación imperialistas.
Para la historia quedó aquel gesto patriótico que cada 14 de enero la clase obrera en la isla conmemora como Día del trabajador de la industria eléctrica.