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Rubén: Soy de los inquebrantables

rubén martínez villenaTal vez las dotes de organizador y líder que caracterizaron a Rubén Martínez Villena comenzaron a ejercitarse en la presidencia de la república infantil que idearon los directores de la Escuela Pública Número 37 donde estudió sus primeras letras. Cual singular paradoja, su ejemplar gestión cívica fue felicitada por el entonces secretario de Gobernación Gerardo Machado, el mismo al que Villena, años después, calificaría de Asno con Garras y contra cuya tiranía levantaría a los trabajadores hasta expulsarlo del poder.

El bautismo político de Rubén fue la Protesta de los Trece, en repudio a la corrupción administrativa del régimen de Alfredo Zayas, que constituyó la primera actitud colectiva, militante, riesgosa y responsable de los intelectuales en aquella república, como la calificó Raúl Roa.

De ese año definitorio de 1923 es su poema El Gigante, donde Villena refleja sus deseos de hacer: “Hay una fuerza/ concentrada, colérica, expectante/ en el fondo sereno/ de mi organismo; hay algo, / hay algo que reclama/ una función oscura y formidable. / Es un anhelo/ impreciso de árbol; un impulso/ de ascender y ascender hasta que pueda/ ¡rendir montañas y amasar estrellas!/ ¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!”

Con ese afán se sumó a los planes insurreccionales del Movimiento de Veteranos y Patriotas. Viajó a Ocala, en la Florida, a entrenarse como piloto para bombardear el Palacio Presidencial y objetivos militares en La Habana, pero allí fue apresado con otros dos compañeros por las autoridades estadounidenses y encarcelado, mientras en Cuba, los integrantes del Movimiento claudicaban.

Decepcionado por lo que resultó ser una farsa, escribió: “¿Es posible que termine todo en un cubaneo, con agasajos y zalemas mutuas entre los honrados vencidos y los cínicos envalentonados? Allá los que busquen ahora el camino sucio pero fácil de la política en uso, y hasta aprovechen la popularidad que adquirieron combatiéndola para atrapar en ella un acta de representante u otra posición por el estilo… Yo sé que soy de los inquebrantables”.

Fue decisivo el reencuentro con Julio Antonio Mella, quien le propuso formar parte del profesorado de la Universidad Popular José Martí y se incorporó a la Liga Antimperialista, que fueron para Rubén escuelas de Revolución.

Cuando Mella fue detenido asumió su defensa y se convirtió, al declararse el joven en huelga de hambre, en el alma del comité por su liberación. Poco tiempo después Julio Antonio, amenazado de muerte, tuvo que partir al exilio y Villena mantuvo vivas la Universidad Popular y la Liga Antimperialista, además de poner sus conocimientos de abogado al servicio de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), la Federación Obrera de La Habana y diversos sindicatos, de los que no solo fue asesor sino orientador.

En batalla permanente contra la tuberculosis, se sumergió por entero en la lucha. Ingresó en el Partido Comunista y pronto devino máximo líder del movimiento sindical cubano. Fue el alma de la primera huelga política de masas del país: el paro del 20 de marzo de 1930. “Hemos dado una formidable demostración de pujanza, unidad, organización, firmeza y coraje. Pero esto es solo el comienzo. Todavía es necesario luchar mucho y duramente”, declaró ante la muchedumbre reunida en el Centro Obrero.

Perseguido y muy enfermo se vio forzado a abandonar el país e ingresó en un sanatorio de la antigua Unión Soviética, mas cuando supo que su mal no tendría cura, reclamó volver a la patria y entregarles sus últimas energías a la clase obrera y al Partido. Así lo hizo al asumir la suprema jefatura de la huelga general que en agosto de 1933 derrocó a la tiranía machadista.

Desde su lecho de enfermo organizó el IV Congreso de Unidad Sindical, cuyas sesiones siguió atentamente hasta que lo sorprendió la muerte, el 16 de enero de 1934. Sobre los instantes finales de su existencia, Pablo de la Torriente Brau expresó: “(…) No hablaba con el dolor del que siente que la vida se le va, sino con la elocuente convicción del que sabe que el hombre pasa, las situaciones cambian y solo queda, renovándose eternamente, el pueblo”.

Con su acción había demostrado que era posible ascender, proponerse rendir montañas y amasar estrellas.

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