por Orlando Ruiz Ruiz y Odette Díaz Fumero, estudiante de Periodismo
La crisis global de la economía trajo aparejados nuevos desafíos para las sociedades y pueblos latinoamericanos y caribeños, lastrados desde sus orígenes por la desigualdad social y la falta de unidad en favor del desarrollo. No obstante, en poco más de una década, tras el advenimiento del nuevo siglo, el ascenso al poder de numerosos Gobiernos progresistas en el sudcontinente hizo posible vencer barreras que hasta ahora habían frenado la integración ajena a toda injerencia y tutelaje de las potencias hegemónicas.
Acciones como el rescate de las riquezas nacionales y su explotación más racional en algunos países de mucho peso económico, además del fortalecimiento cada vez mayor del intercambio a través de fórmulas integradoras y de comercio como Unasur, Petrocaribe, Mercosur y la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba) han contribuido a que esta región emerja entre las menos impactadas por los azotes de la hecatombe económica que aún persiste.
Dentro de este escenario, el más amplio paso para integrar nuestra comunidad de naciones a partir del principio de la más amplia unidad posible dentro de la diversidad, está presente en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un mecanismo no exento de desafíos que agrupa en condición de iguales a los 33 Estados de nuestra área sin la mediación y el tutelaje de las potencias del Norte. Su nacimiento es considerado como el suceso institucional más importante de la región en un siglo.
En el plano económico la Celac ha estado enfilada al enfrentamiento de la crisis financiera internacional y a la construcción de una nueva arquitectura, mientras que en el orden social se ha orientado a fomentar la equidad, la inclusión y la erradicación de la pobreza y el hambre.
Durante su corta existencia, amén de tener el gran mérito de concertarse sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, el bloque ha marcado con su accionar un hito histórico trascendental: reconocer a Cuba y elegirla su presidente para el segundo mandato pro témpore, sin menoscabo de su postura independiente, que en 1962 le valió la expulsión de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el aislamiento por parte de todos los países de la región, excepto México.
A partir de lo logrado en el breve lapso de dos años, la segunda Cumbre de esta singular comunidad —que tendrá por escenario La Habana durante los días 28 y 29 del presente mes de enero— promete ser un encuentro cargado de enriquecidas ideas en favor del desarrollo económico y social de las naciones que la integran, además de potenciar la necesaria seguridad alimentaria, con acento en la lucha contra el hambre y la pobreza, sin abandonar el compromiso de “trabajar por la paz, la justicia, la cooperación, el entendimiento y la solidaridad entre los latinoamericanos y caribeños”, tal como enunció el Presidente Raúl Castro Ruz,W al recibir la dirección del organismo en enero del pasado año durante su primera Cumbre en Santiago de Chile.
Cuba ha trabajado por insuflarle mayor ímpetu a la Celac, como fue su compromiso en la Cumbre de Santiago de Chile. Bajo su mandato se han realizado importantes encuentros:
- Reunión de Ministros de Cultura, en Paramaribo, Surinam.
- Foro de Ministros de Educación, en La Habana.
- Debate con presencia de ministros de las áreas sociales, en Caracas, Venezuela.
La voz de Cuba a nombre de la Celac se ha hecho sentir en defensa de los pueblos latinoamericanos y caribeños en foros internacionales, como ocurrió con el reclamo de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.
16 países de la región han cumplido el primer Objetivo del Milenio, cuya meta es ”reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre”. Ante la solidez de la Celac, Estados Unidos pretende tentar a las naciones de la región para sumarlas a nuevas formas de los tratados de libre comercio, convertidos hoy en espejismos de prosperidad a través de la denominada Alianza para el Pacífico, con el fin de promover una competitividad que únicamente beneficiará a los países desarrollados.
solo la unidad salvara el mundo de las manos atroces del sistema capitalista, que parafrasean hasta el cansancio crecimiento economcio en todos los paises subdesarrollados bajo los ajustes de los cinturones de la clase trabajdora, llevando a los pobres cada dia mas al caos, el estres, la desconfianza, la desesperacion y locura en muchos casos padres que asesinan a sus hijos, hijos que asesinan a sus padres, la insegiuridad ciudadana crece bajo la impunidad a falta d epoliticas nacionales para encarra el tema de las mafias y la delincuencia que conviven con los poderes facticos del aparato estatal, es unqa verguenza que los hombres dia a dia se deshumanicen pierdan esa esencia de ser humano, estamos rumbo a una generacion perdida si no nos unimos ahora o nunca.