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“Tenía el sentido de la algarada que se convierte en motín, el motín que se convierte en insurrección, la insurrección que se alza a Revolución y que quema y modifica a los pueblos. A través de las conmociones y de los motines estudiantiles, Mella hubiera podido ir casi a la Revolución”. Así lo describió José Lezama Lima.
Sin embargo, el líder estudiantil comprendió que para hacer una reforma profunda y trascendente de la Universidad, no podía limitar su batalla a ese escenario, porque era preciso realizar antes una revolución social.
Evidencia de lo temprano de esa comprensión fue su propuesta de crear la Universidad Popular José Martí, en la cual los estudiantes e intelectuales progresistas que integraban su claustro no solo difundían los conocimientos entre los trabajadores, sino que se vincularon, además, a las aspiraciones y las luchas de los sindicatos y la clase obrera.
Fue precisamente en plena efervescencia de la Reforma Universitaria que el dirigente proletario Alfredo López acudió a la casa de altos estudios para ofrecer el apoyo solidario de su clase a dicha causa. De ese primer encuentro nació una entrañable amistad entre Julio Antonio Mella y el recio dirigente gráfico, que pronto se convirtió en la principal figura de la Federación Obrera de La Habana y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba.
Como narró el propio Julio Antonio, acostumbraba a permanecer junto a Alfredo muchas noches en el Centro Obrero trabajando con él o simplemente viendo cómo dirigía la enorme maquinaria de la Federación y más tarde de la Confederación, ansioso por aprender de sus dotes organizativas para aplicarlas en el combate estudiantil.
Años después, en su vibrante artículo titulado El Grito de los Mártires, dedicado a los caídos en el enfrentamiento a la dictadura machadista, el joven presidente de la Fentonces Federación de Estudiantes Universitarios reconoció la influencia de López en su maduración política: “Guerrero, no tengo palabras para ti. El autor de estas líneas se siente huérfano. Bisoño en la lucha, fue con tu ejemplo, con tu acción, que él adquirió experiencia”.
En su breve existencia que se truncó dos meses antes de cumplir los 26 años, su trayectoria fue vertiginosa. Además del intenso tránsito universitario, ingresó en la Agrupación Comunista de La Habana, fundó con otros revolucionarios la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas e integró las filas, desde su constitución, del primer Partido Comunista de Cuba.
Amenazado de muerte por el tirano Machado, partió a México y en breves días fue nombrado miembro del comité ejecutivo de la Liga Antimperialista de las Américas; ingresó al Partido Comunista de esa hermana nación; asistió al Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, celebrado en Bruselas, Bélgica; visitó la Unión Soviética; habló en mítines y actos; hizo vibrantes denuncias; defendió las causas justas del continente; publicó artículos, ensayos y manifiestos…
En una entrevista realizada en tierra mexicana sobre la Asociación Nacional de los Nuevos Emigrados Revolucionarios de Cuba, de la cual era secretario general, Mella señaló que esta formaba un puente entre los obreros y estudiantes, que aunque se habían precisados a emigrar por causas a veces distintas, reconocían en el destierro la necesidad de unificarse en un ideal socialista para independizar a nuestro archipiélago.
Desde años antes, en su medular texto titulado Cuba: un pueblo que jamás ha sido libre, consideró como la única salida ante los males que padecía el continente: “Luchar por la Revolución social en la América, no es una utopía de locos o fanáticos, es luchar por el próximo paso de avance en la historia”.
Por esa Revolución entregó la vida, como él mismo declaró cuando se supo herido de muerte, el 10 de enero de 1929, en la esquina de las calles Abraham González y Morelos, en Ciudad de México, a manos de pistoleros mercenarios del machadato.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …
