Muy pronto llegaron a Haití las ideas de libertad, igualdad, fraternidad promulgadas por la Revolución francesa. Desde el primer año de la última década del siglo XVIII la nación caribeña vivió una insurrección protagonizada por unos 100 mil esclavos. Rotas las cadenas del miedo, la rebelión arrojó un sinnúmero de enfrentamientos, muertos, heridos, plantaciones destruidas, casas quemadas…
Es en ese contexto cuando aparece en la historia del vecino país quien fuera el precursor de la independencia: Toussaint Louverture, hombre entonces maduro, nacido en 1743 en la plantación de Breda.
Este paladín dirigió la resistencia haitiana que echó por tierra las ambiciones napoleónicas. El ejército formidable compuesto por decenas de miles de hombres bien armados y cargados de laureles en los campos de batalla de Europa no pudo someter a miles de negros recién salidos de la esclavitud, sin preparación militar, sin armas, sin jefes experimentados.
A pesar de grandes dificultades, Toussaint se dispuso a la lucha decidido a no volver a la esclavitud. Corría el invierno de 1802-1803 cuando el fundador de las luchas libertarias, confiado en el honor francés, acudió a una cita sugerida por el general Charles Víctor Emmanuel Leclerc, al frente de los regimientos invasores. Allí lo arrestaron y fue enviado a Francia junto a familiares allegados.
Sufrió encierro en el Castillo de Joux, en los Alpes cercanos a la frontera con Suiza. El intenso frío, la insuficiente alimentación y ropa de vestir lo llevaron a la muerte el 7 de abril de 1803.
Mas la lucha prosiguió; encabezada por el general Jean Jacques Dessalines. El 19 de noviembre de 1803, con la batalla de Vertières, las tropas francesas fueron rendidas en Cabo Haitiano. El considerado padre de la nación, proclamó la independencia del país el 1º de enero de 1804. Haití regalaba al mundo un capítulo de heroísmo sin par. La primera y única revolución de negros esclavos constituye uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia universal.
El camino del pueblo haitiano ha estado signado por la lucha constante contra colonizadores, regímenes tiránicos, invasiones, catástrofes naturales… Y en ese batallar por la justicia y una vida decorosa, su suerte se ha ligado a los cubanos.
La Revolución haitiana desencadenó una corriente migratoria hacia la mayor de las Antillas, que tuvo en la región oriental el principal asentamiento. Los llegados a nuestro suelo estrecharon lazos de trabajo, amistad y hasta de consanguinidad con los cubanos. Esa larga convivencia se refleja hoy en comidas, bailes, lenguaje y cultura en general.
El triunfo de enero de 1959 puso fin a tanta explotación hacia los inmigrantes haitianos, a quienes dignificó con iguales derechos que los trabajadores cubanos. La reforma agraria convirtió a muchos de ellos en propietarios de tierras.
Los últimos tres lustros de sostenida colaboración médica cubana en favor de los haitianos como parte de un Plan Integral de Salud, a partir de los azotes del huracán Georges, más tarde reforzada como consecuencia del terrible sismo de enero del año 2010, han posibilitado descubrirnos como hermanos en el sentido amplio y estricto de la palabra.
Estos reporteros fuimos testigos de más de un suceso de ese tipo: En las elevaciones de Paillant, en vecindad con las nubes, apreciamos el encuentro de hermanos entre el médico cubano Carlos Guillerme Felipe y el ciudadano haitiano Milton Jean Felipe. Ellos son hijos de Asela Felipe, haitiana que en 1956, a la edad de 30 años, llegó a Cuba.
Por ejemplos como ese, por la geografía que también nos une (Haití es el país más próximo a Cuba), y por toda la solidaridad posible de entregar, nos sentimos hermanados. Y ha querido la coincidencia que la fecha del primero de enero nos recuerde a los dos pueblos el valor incalculable de luchar todos los días por la dignidad humana.