Con la contundente derrota sufrida a manos del Ejército Rebelde en el verano de 1958, las tropas de la tiranía se retiraron definitivamente de la Sierra Maestra, y solo algunas se mantuvieron en sus estribaciones. Ante tal realidad, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz procedió a adoptar medidas que le permitieran lanzar una ofensiva final contra el régimen.
De inmediato comenzó a mover sus fuerzas fuera de la provincia de Oriente: hacia Las Villas envió a los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara con las columnas invasoras 2 y 8, respectivamente, y a las columnas 11 y 13 a Camagüey, en tanto para entonces grupos guerrilleros libraban acciones en Pinar del Río y en la región La Habana-Matanzas, donde existían sendos frentes en formación.
Asimismo, la columna 3, reforzada con nuevas incorporaciones, retornó a su territorio, el Tercer Frente Mario Muñoz, y las 12, 14 y 32 se encargaron de dar vida al Cuarto Frente Simón Bolívar.
En principio, la idea estratégica del máximo jefe rebelde consistía en extender e incrementar la lucha guerrillera a otras regiones y provincias; interrumpir las comunicaciones terrestres, en particular en la provincia oriental; aislarla e impedir la entrada o salida de tropas de la tiranía, y preparar las condiciones para el asalto y toma de Santiago de Cuba.
En correspondencia con ello, el 8 de octubre escribió al comandante Juan Almeida, jefe del Tercer Frente, que la idea de tomar la citada ciudad la estaba cambiando por tomar primero la provincia.
Adiós a la Sierra
El 11 de noviembre, con todas sus fuerzas ya ubicadas, Fidel partió definitivamente de la Comandancia General, en La Plata, para iniciar las operaciones; y el 13, en Guasimal de Nagua, redactó las instrucciones dirigidas “A todos los Comandantes y jefes de Columnas Rebeldes de la provincia de Oriente, Camagüey y Las Villas y a la población civil, muy especialmente de la Provincia de Oriente”, en las cuales les precisó sus correspondientes misiones.
Desde allí dispuso que algunas tropas se marcharan hacia Minas de Buey Arriba, con el propósito de lograr que las fuerzas enemigas se pasaran a sus filas.
Ininterrumpido avance
Con el objetivo de convencer al jefe del cuartel de Minas de Buey Arriba, Fidel le envió una carta, mas un oficial rebelde le anexó una nota insultante y aquel abandonó la posición. Malograda la acción, el Comandante en Jefe decidió continuar hacia Guisa, adonde arribó el día 19 y del 20 al 30 dirigió una encarnizada batalla que dio inicio exitoso a la cuidadosamente planeada ofensiva final.
En la noche del 2 de diciembre, o la madrugada del 3, se trasladó a Charco Redondo, y el día 7 a La Rinconada, hacia donde ordenó trasladar la emisora Radio Rebelde. Desde allí impartió instrucciones en relación con Jiguaní, que comenzó a ser rodeado por efectivos bajo el mando del comandante Guillermo García Frías. El 10, fuerzas dirigidas por el capitán Rafael Verdecia, Pungo, iniciaron un férreo cerco a Maffo.
El 19, alrededor de cinco batallones concentrados en Jiguaní abandonaron el poblado, pero fueron perseguidos y se generó un combate en San José del Retiro, en el cual varios revolucionarios perdieron la vida, entre ellos el capitán Ignacio Pérez Zamora.
Ya para el 22, había trasladado su puesto de mando hacia el central América, en Contramaestre, muy cerca de Maffo, sin que a su retaguardia quedara adversario alguno. Desde ese lugar continuó sus permanentes intercambios con Pungo Verdecia, en Maffo, y con el comandante Juan Almeida, quien desde el 23 dirigía el ataque a Palma Soriano.
Por esos días se combatía también en San Luis, La Aduana y Puerto de Moya, no muy distantes de Santiago de Cuba. El 24, Fidel fue a visitar a su familia en Birán, para reencontrarse con la madre luego de varios años sin verla.
Sin dejar cabos sueltos
Estuvo presente, y dirigió las principales acciones libradas en la dirección Guisa-Santiago; en esta su función era un poco más táctica, más operativa, y totalmente estratégica a nivel nacional.
Mientras permanecía al tanto de cuanto ocurría en esa dirección, intercambiaba con los principales jefes rebeldes, tanto en la provincia de Oriente como en las restantes, y los orientaba sobre determinadas cuestiones relacionadas con sus acciones.
Además, mantenía los contactos con los revolucionarios en el exterior, e incluso se reunió con los coordinadores provinciales del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y los dirigentes del Movimiento de Resistencia Cívica.
El 27, el enemigo que resistía en Palma Soriano fue conminado a la rendición. Su jefe, el capitán Francisco Sierra Talavera, solicitó conversar con Fidel y este lo recibió en Maffo, mas a su regreso aquel se encontró con que ya sus hombres se habían entregado.
Para esa fecha, el avance hacia Santiago de Cuba solo era entorpecido por Maffo, pues resultaba imposible dejar en la retaguardia a una numerosa tropa que se encontraba refugiada en las naves del Banco Agrícola e Industrial de Cuba (Banfaic). Su rendición se verificó tres días más tarde.
La jugarreta de Cantillo
El 28, el líder rebelde ascendió a un grupo de compañeros a grados de comandantes, capitanes y tenientes, y en el central Oriente se reunió con el mayor general Eulogio Cantillo Porras, jefe del regimiento de Santiago de Cuba quien, sin duda, cumpliendo instrucciones de Batista, le propuso organizar un movimiento militar que pusiera fin al régimen. Fidel aceptó, mas le aclaró que no se podía permitir la fuga de Batista, y le recomendó no viajar a La Habana, pero el alto oficial sí lo hizo.
Su segundo, el coronel José Rego Rubido, el 30 envió a Fidel una nota en la cual le informaba que Cantillo pedía posponer el plan. Le respondió que o subordinaba su tropa al Ejército Rebelde o el ataque a Santiago se iniciaría a las tres de la tarde del 31 —decisión aplazada para el siguiente día por conveniencia de las operaciones—. Le indicó que esperaría su respuesta esa noche en El Cobre, y al no llegarle retornó al América, donde al amanecer del 1º de enero recibió la noticia de la huida del tirano.
De inmediato partió hacia Palma Soriano, donde y llamó al pueblo a una huelga general para impedir que el triunfo fuera escamoteado.
Rego Rubido salió a buscarlo y lo encontró en El Escandel, en las inmediaciones de Santiago. Acordaron reunirse allí al anochecer con todos los oficiales del Moncada, quienes asistieron y depusieron las armas. De esa forma, sin que mediara el ataque, el Ejército Rebelde entró victorioso en Santiago de Cuba donde, en horas de la madrugada del día 2, el líder revolucionario habló ante una multitud reunida frente al edificio del ayuntamiento, a la cual aseguró que el compromiso de la Revolución era con el pueblo, por ser al único que debía su victoria.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.