Si en algo el respeto y las buenas costumbres tienen que prevalecer es con las determinaciones y criterios familiares en casos luctuosos y postreros; en que se decide si el cadáver de su ser querido será incinerado o enterrado a la usanza tradicional.
En ello pensé durante una reciente situación en que se violaron elementales normas, reinó el irrespeto, la insensibilidad y la indolencia. Ocurrió en la funeraria Mauline, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
¡Imagine usted el desasosiego familiar al comprobar que no puede cumplirse en primera instancia la petición de cremación! Sin embargo, una explicación adecuada, objetiva, en el momento adecuado, será comprendida por la familia, que de seguro entenderá la lógica de las razones expuestas y asumirá la conducta más ajustada a su deseo y aspiración.
Lamentablemente, eso no fue lo que sucedió el jueves 5 de diciembre en la citada funeraria.
Un poco de historia
Ante la difícil situación provocada por la rotura de uno de los hornos del incinerador de cadáveres enclavado en el cementerio de Guanabacoa, en días recientes en la capital se redujo hasta ocho el número de fallecidos a cremar cada día, a razón de uno por funeraria. Las primeras ocho que solicitaran ese servicio.
Mientras funciona uno de los dos hornos, la funeraria que recibe la solicitud se comunica en horas de la mañana —8:00 a.m.— con la de Calzada y K, donde radican las oficinas de la dirección de Servicios Necrológicos de La Habana, entidad encargada de dirigir la labor del crematorio.
Asistía yo al funeral del familiar de una compañera, quien a las 11:15 p.m. del miércoles inició las gestiones para la incineración del cadáver, llegado a las 4:00 a.m. del día siguiente al lugar. “A las 8:00 a.m. llamaremos a Calzada y K para los trámites”, le dijo solícita Ana Isabel Cruz Tamayo, la coordinadora fúnebre de Mauline, luego de explicar profesional y amablemente los detalles de los trámites a efectuar y que ya había un cadáver en espera desde el día anterior.
Sobre las seis y cuarenta de la madrugada familiares de otro fallecido se personaron en el lugar con igual solicitud. Se les informó la situación y que se debía refrigerar el cadáver, “pero aseguraron que ellos resolverían el problema”, nos comentó Cruz Tamayo.
A la hora señalada la compañera se personó nuevamente en la oficina de Mauline. Llamaron a Calzada y K y les respondieron que debían esperar hasta las 9:00 a.m., momento en que se determinó que el cadáver debía ser refrigerado hasta el día siguiente. “Mañana el caso tuyo está priorizado”, le dijeron y aceptó la lógica explicación.
Sin embargo, la insensibilidad y el irrespeto cobraron vida cuando a los pocos minutos se recibió en la propia funeraria una nueva llamada telefónica desde Calzada y K, en la que informaban que “ambos cadáveres debían refrigerarse hasta el viernes, pero llamaron del gobierno provincial y la prioridad será para el de la otra persona, que incluso aún no había llegado a Mauline”.
Es decir, el cadáver del ser querido de la doliente ocupaba ahora un lugar más atrás en la espera y debía aguardar por el milagro de que el segundo horno se arreglara o que no llegaran a ocho las solicitudes para incineración. En caso contrario, sería prioridad para el sábado, a pesar de su fallecimiento el miércoles en horas de la tarde.
Ella, impotente y sumamente disgustada, optó por desestimar la cremación —más allá del posible deseo de su padre fallecido— y decidió enterrar el cadáver ese mismo jueves.
En el caso de marras no sé de nombres, solo de actitudes que se escudan en un gobierno provincial. Así no se gobierna, pues sería entonces la falta de sensibilidad y tacto quien decidiría ante el dolor ajeno. ¿Qué respeto hay a la hija, a la viuda y demás familiares? ¿Qué respeto hay a la memoria del padre fallecido?