Los asientos del estadio Guillermón Moncada, el día de juego, son un sitio infernal para hacer una entrevista. Entre la estridente conga santiaguera y las voces del público encontramos allí a Elpidio Mancebo, emblemático primera base de los equipos orientales y segundo hombre en llegar a la cifra de mil hits conectados en Series Nacionales (SN).
Elpidio da los toques finales a su libro El difícil arte de batear, que incluye un compendio de técnicas para el entrenamiento de los toleteros cubanos, así como el análisis de varios de los máximos exponentes a la ofensiva dentro de nuestras lides domésticas.
¿Por qué se hace tan complejo batear?
“Es lo más difícil de este juego y no tiene comparación con otras disciplinas. Muchos deportes requieren de extrema habilidad, otros de fuerza física o condiciones somáticas excepcionales, pero para ser un gran bateador deben integrarse todas esas cualidades de manera armónica”.
Elpidio conoce a todos en el Guillermón y hasta su asiento tras el home van a rendirle pleitesías, como lo hicieran antaño con los ancianos en las tribus humanas. Siempre sonriente, con la autoridad de la experiencia vivida, sin levantarse arregla los defectos del equipo y receta soluciones.
“La idea del libro surgió para ayudar al conjunto de Santiago de Cuba en la recuperación de su imponente line up y conseguir su regreso a planos estelares dentro del béisbol nacional”, asegura Mancebo, sin quitarle la vista al bateador que ahora clava sus spikes en la grama, a solo unos pasos de nosotros.
Desde hace varios años el veterano inicialista imparte conferencias sobre el tema como profesor de Educación Superior. Ese fue el germen del proyecto, que recoge las experiencias acumuladas en su trabajo, así como propuestas de diversas técnicas de entrenamiento inéditas como es la pantalla lumínica”.
¿El mejor, el más completo bateador de Cuba, hoy?
“Existen muchos de gran calidad, no obstante, las condiciones de juego y entrenamiento son diferentes hoy. Sin embargo, veo a Frederich Cepeda como el bateador más completo de nuestras series nacionales, sin quitarles méritos a otros que jugaron y juegan hoy”.
Muchos creen que en Cuba se perdió esa dosis de “maña” que tanto bien hace al béisbol, ¿por qué puede suceder eso?
“A pesar de las evidentes mejoras en los entornos de competencia y vida de los peloteros, es cierto que al inicio jugábamos con más entrega, pero no cabe duda que los actuales atletas poseen una calidad increíble.
“Quizás se note un poco menos, porque cuando empecé a jugar solo había cuatro equipos y ya vamos por 16, algo que va en detrimento de la calidad. Eso se refleja también en el arbitraje; antes con dos equipos de trabajo muy conocidos y respetados era suficiente para cubrir la demanda. Otra cosa pasa con el equipo Cuba, pues cuando se reúnen sus integrantes son superiores a quienes integramos el conjunto en otras etapas”.
¿El momento más importante en su carrera deportiva?
“Los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1967, cuando conecté dos jonrones en semifinales: uno en el noveno capítulo y otro en el décimo para decidir el juego. Además, guardo gratos recuerdos junto a Changa Mederos en el Campeonato Mundial de La Habana en 1971”.
¿Cuál fue el pítcher que más daño le hacía?
“Nunca se debe subestimar a ningún lanzador, pero Rogelio García tenía un tenedor excelente ligado a una buena recta que siempre se me hizo complicado. Aunque de vez en cuando lograba conectarle.
¿Quién será el dueño ahora de la primera almohadilla en la selección nacional?
Elpidio levanta las cejas buscando la respuesta adecuada y dispara, “es un tema complejo, quizás sea Alexander Malleta el más indicado para ocupar la posición hoy en el equipo Cuba. Luego de la partida del cienfueguero Abreu las opciones se reducen y Malleta es la elección más atinada para suplir, en algo, el espacio que deja. Años atrás hubiésemos tenido de dónde escoger, pero ahora casi tenemos que improvisar”.