A los 48 días del nacimiento de su hijo, Yarisley Murgas Matos recibió una noticia estremecedora: su niño padecía de una cardiopatía congénita, enfermedad totalmente desconocida para ella, pues en su familia nadie la había padecido.
Su médico de la familia, en una de las consultas de seguimiento al recién nacido que se realizan según la planificación, diagnosticó el padecimiento. Contrario a como pudiera suceder en un país en vías de desarrollo y bloqueado por la mayor potencia mundial, Alain Alejandro Cruz, residente en el batey Concordia, del municipio de Vertientes, en Camagüey, recibió atención especializada.
Lo remitieron a la consulta del cardiólogo pediatra de su provincia, lo ingresaron en el hospital infantil para las pruebas de rigor y se le indicaron medicamentos para controlar los síntomas de su afección. Los exámenes corroboraron la tesis de los especialistas: el bebé sufría un PCA (persistencia del conducto arterioso) y un CIV (defecto septal interventricular), mas no se quedaron con aquel dictamen.
En pocos días, lo trasladaron alrededor de 560 kilómetros desde su hogar al Cardiocentro Pediátrico William Soler, de la capital, para repetir los estudios que, finalmente, ratificaron el diagnóstico de los médicos camagüeyanos. El CIV era pequeño y con el crecimiento del infante cerraría naturalmente, pero el PCA hay que operarlo.
La madre, con esa carga de preocupación que siempre se tiene cuando hay un niño enfermo, está complacida por la atención que reciben a diario. Ya Alain Alejandro tiene dos años y en ese tiempo ha visitado tres veces el Cardiocentro capitalino, las dos primeras para estudios; en agosto, el colectivo médico decidió hacer la cirugía y esta semana ingresó de nuevo esperando el momento del acto quirúrgico.
Yarisley está tranquila junto a su pequeño, segura de que en breve el equipo médico resolverá la situación de su hijo. “Quisiera que todo fuera rápido y saliera bien para ver su mejoría”. La familia no ha pagado dinero alguno por diagnósticos, tratamientos ni estadía hospitalaria, cuando en otro país esa cirugía pudiera costar miles de dólares.
Derechos constitucionales
La Constitución de la República de Cuba garantiza el derecho de todo niño a disfrutar del más alto nivel de salud y educación, así como el acceso al deporte, manifestaciones culturales y recreación. Es el derecho a la vida y al desarrollo, al presente y al porvenir, promulgado en la ley, que se materializa en casos como el de Alain y los de cerca de ocho mil niños a quienes se les han realizado cirugías, algunas muy complejas, para subsanar enfermedades cardiovasculares.
Cada uno de ellos es un ejemplo de la atención de la salud brindada a los cubanos sin distinción de sexo, raza, religión, nivel escolar ni poder adquisitivo, algo digno de recordar este 10 de diciembre, cuando se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, y se lanzan campañas para concientizar a los gobiernos sobre el cumplimiento de los derechos elementales del hombre.
Fue un día como este, en 1948, que la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y posteriormente, en 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño (de las cuales Cuba es firmante), especificando que “la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle”, entre ello “buena salud”, para lo cual tanto él como su madre recibirán cuidados especiales, incluso atención prenatal y posnatal.
Red cardiopediátrica nacional
La fundación del Cardiocentro Pediátrico William Soler, en La Habana, en 1986, produjo un cambio brusco en el tratamiento de las cardiopatías congénitas, que hasta ese momento tenían una alta mortalidad en el país, afirmó el doctor Jesús Carballé García, fundador y vicedirector de la institución.
Tres años antes se había creado la Red Cardiopediátrica Nacional —ya cumplió 30 años—, definida por el también Máster en atención integral al niño como la piedra angular del Cardiocentro, para ir preparando a los especialistas, así como la estrategia de la atención a todos los pacientes con criterio quirúrgico o complicaciones a largo plazo de la cirugía cardiovascular pediátrica, a quienes se les garantiza el tratamiento buscando calidad y pronóstico de por vida.
Esta red tiene en cada municipio y provincia un jefe con un equipo encargado del diagnóstico y tratamiento a los niños que nacen con cardiopatías, y también la remisión al Cardiocentro cuando se requieren cirugías o algún otro procedimiento, como pueden ser cateterismos intervencionistas, implantación de marcapasos u otros. También asisten a adultos con cardiopatías congénitas, aseguró el doctor Carballé.
La prevalencia de esta enfermedad en Cuba es de 6 a 8 por cada mil nacidos vivos y un 30 % son cardiopatías críticas. En el propio centro, así como en municipios y provincias, se hace el diagnóstico prenatal mediante ecocardiografías, un estudio imprescindible para detectarlas y poder dar consejo genético a los padres y familiares.
Según el especialista de II grado en Cardiología, la supervivencia de los pacientes intervenidos quirúrgicamente en todos estos años alcanza el 85 %. “Muchos de ellos llegan a la edad adulta, por lo que su atención significa un reto para el cardiólogo, acostumbrado solamente a tratar a los infantes”.
Uno de los méritos extraordinarios de este colectivo es la amplia y franca comunicación con pacientes y familiares, a quienes se les explica cada detalle de la enfermedad, tratamiento, riesgos y pronóstico por difícil que sea.
El Cardiocentro desarrolla además un Programa de Rehabilitación Cardíaca. “Desde 1992, restablecemos con entrenamiento físico a niños que posiblemente no hacían nada de ejercicios, incluso perdían el año escolar; esta preparación comienza desde que el paciente ingresa, y permite mejorar la calidad de vida y lograr su inserción en el medio social.
“Hasta el 2010, cuatro mil 485 pacientes habían integrado este proyecto y su pronóstico es bueno, porque detectamos precozmente las secuelas que puedan tener esas operaciones“, aseveró Carballé, el jefe de este programa.
Hospital denegado: ignominioso calificativo
A pesar de esta gran obra humana, la crueldad del bloqueo de Estados Unidos castiga de múltiples maneras a los galenos y pacientes del Cardiocentro Pediátrico William Soler, incluso porque es ese país uno de los mayores y mejores productores de medicamentos, dispositivos y equipos para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares del niño y del adulto, por lo que, según nuestro entrevistado, les cuesta mucho trabajo conseguirlos.
Las medidas son extremas al punto de que el Departamento de Comercio de EE.UU. puso condiciones para emitir una licencia con el fin de suministrar equipos, dispositivos o medicamentos a la institución, así como el uso exclusivo de esos recursos en pacientes cubanos y el monitoreo de su destino final, lo cual fue denunciado por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, durante su intervención en el 68 Período de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, el 29 de octubre último.
Sin tener en cuenta los resultados y el reconocimiento que hacen en el mundo a este centro, el citado Departamento de Comercio lo sigue catalogando como “Hospital Denegado”, aseveró entonces el Canciller, y especificó que como consecuencia los niños y adultos cubanos con cardiopatías congénitas están limitados para ser tratados con el dispositivo Amplatzer que cura la comunicación interauricular o cerrar el cortocircuito vascular en el conducto arterioso del corazón, entre otros, o recibir medicamentos de mejor calidad para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca, antiarrítmicos y antibióticos de última generación.
“Por esa razón, decenas de menores sufrieron cirugías toráxicas que pudieron ser evitadas. Otros 102 niños operados, con hipertensión pulmonar, no pudieron ser tratados con gas óxido nítrico, que es una de las mejores terapéuticas disponibles”.
Sin embargo, como asegura el doctor Alfredo Naranjo, especialista de II Grado en Cirugía Cardiovascular, los galenos cubanos continúan en el empeño de “satisfacer las expectativas que siempre tienen los padres de que todo quede perfecto y sus hijos recuperen la salud y el bienestar”.