“Uno de los primeros resultados fue que la población en vez de ir al policlínico iba a verlos a ellos… Fue importante la experiencia en las montañas. Fue necesario cambiar muchas cosas y conceptos. El médico de la familia constituyó una revolución en el sistema de salud del país.”
La expresión del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en junio de 1984, tiene vigencia cuando están a punto de cumplirse 30 años del nacimiento del programa del médico y la enfermera de la familia, a quienes se rendirá homenaje este 3 de diciembre como parte de la jornada por el Día del trabajador de la salud y de la medicina latinoamericana.
Entre las transformaciones que se realizan en el sector, se trabaja por rescatar los principios fundacionales de este programa, mediante el cual se puede resolver más del 80 % de los problemas sanitarios de la población.
Actualmente, funcionan en el país 11 mil 506 consultorios, que están vinculados a la comunidad con una extensión de la cantidad de personas a atender; al inicio se concibió el vínculo directo con 120 familias, pero ya en muchos casos la cifra llega a superar las 300.
Esta especialidad se hizo para mí
“Al principio todos empezamos la carrera con la idea de hacer otra especialidad; teníamos un poco de temor porque era un proyecto muy novedoso —yo pertenezco a la tercera graduación de médicos de la familia—, pero después me di cuenta de que estaba hecha para mí. Le tengo mucho amor a la medicina familiar y lo demuestra el hecho de llevar 27 años trabajando en el mismo consultorio”.
Esta fue la “carta de presentación” de la doctora Liset Madiedo Amador, especialista de II grado en Medicina General Integral, quien construyó una vida y una familia en el consultorio No. 17, perteneciente al policlínico 26 de Julio, de Playa, en La Habana.
“Tengo que agradecerle al Comandante en Jefe que haya tenido la idea de crear el médico de la familia, porque nos da la oportunidad de acercar la atención médica a la población, de realizar acciones que ayuden a mejorar la salud y el bienestar. Es una especialidad muy bonita y necesaria, cuya contribución se hace en nuestro país o en cualquier otro a donde llegamos con la colaboración.
“Cada médico puede asumir la superación por su cuenta, hacer sus investigaciones; pero en el policlínico tenemos oportunidades para la capacitación y actualización de conocimientos en cursos, talleres, diplomados, en la docencia, las cuales son decisivas en una especialidad que encierra a muchas de las otras.
“La atención primaria se sustenta en varios programas muy específicos, la mayoría de los cuales se basa en la promoción y prevención de enfermedades. A veces nos cuestan trabajo las pesquisas del cáncer de próstata y del cérvico-uterino, que llevan examen físico, tacto rectal o prueba citológica, respectivamente, pero convencemos a los pacientes explicándoles la importancia de ese estudio y al final cumplimos.
“Lo más difícil es lograr que las personas entiendan todas las acciones que hacemos para mejorar la salud de la comunidad, esencialmente lo relacionado con el tema medioambiental, aunque tengo la dicha de estar en un área donde la población es disciplinada, y responde bastante bien a las orientaciones.
“Yo disfruto mucho todo lo relacionado con el Programa de Atención Materno Infantil (Pami), que incluye desde la identificación de las pacientes con riesgo preconcepcional, el control para ayudar a encontrar el mejor momento en que pueden gestar, la atención una vez embarazadas, su seguimiento, también al recién nacido, su infancia, la adolescencia…; tenemos en 0 la mortalidad infantil.
“Para tener éxito se requiere un vínculo estrecho con la población; hay resultados que no dependen solo del médico y la enfermera, se necesitan los líderes de la comunidad, el grupo básico tanto para la promoción como para la prevención. Muchas de estas cosas las logramos a través de audiencias sanitarias, de charlas, sobre todo cuando hay brotes diarreicos o estados febriles.
“He tenido la suerte de convivir con una población que desde el primer día me aceptó, me trató con cariño y respeto, y me apoya. Vine jovencita, me casé, tengo una hija y me siento muy feliz”.
El valor de una sonrisa
Cuando llegamos al consultorio —en la segunda planta vive la doctora—, que se mantiene bonito, pintado y muy bien decorado, la doctora Liset atendía a Noelia Simón Lauzán, quien llegó más que a consultarse, a “validar” los diagnósticos y tratamientos de otros galenos.
No sabían que había un equipo de periodistas en la pequeña sala de espera, y la conversación era amena, hasta íntima por momentos. Ellas se conocen hace más de 20 años, “cuando yo vine a vivir a este barrio, ya la doctora estaba aquí, conoce a todos los pacientes, las familias, sus características; es muy preocupada, afable y la queremos mucho”, afirmó Noelia.
En su opinión, “el consultorio es fundamental, es la primera opción que tiene el pueblo para la atención de salud, a él llegas de inmediato ante una gripe, diarreas, una fiebre; aquí nos educan, nos curan y responden a cualquier necesidad de los enfermos”.
Sin terminar de hablar con ella, otros pacientes que esperaban su turno saludaron amablemente a una enfermera. La conocen por su nombre, le preguntaron por el hijo y fue evidente la comunicación que existe entre ella y la población, aunque no labora en esta área.
La licenciada Carmen Domínguez Labrador es la enfermera del consultorio 19, también de Playa, y ha tenido la suerte de trabajar en escuelas especiales, círculos infantiles, prisiones, hospitales, por lo que atesora una amplia experiencia, que se consolida con 13 años en su consultorio.
“Me siento útil en cualquier institución, atiendo sin distinción a toda persona que llega a mí, porque me necesita, con esa máxima he vivido.
“Escogí esta carrera por vocación y si volviera a nacer sería enfermera de nuevo. Desde la atención primaria se intensifican las relaciones con los pacientes, a veces nos dicen cosas que ni el médico sabe, pero en ese interactuar me siento feliz.
“La enfermería conlleva mucho sacrificio y entrega; tienes que enfrentar o sufrir por el padecimiento ajeno, curar desde un niño hasta un anciano, pero siempre queda una satisfacción, nos llegan muchas muestras de agradecimiento.
“Cuando me gradué, en 1984, estaba en boga una frase que decía ‘el valor de una sonrisa’. Sigo creyendo en la importancia de ese gesto, que no menoscaba la profesionalidad, sino que la enaltece”.
Más accesible
En su ponencia titulada Veinte años del modelo cubano de medicina familiar, el doctor Félix J. Sansó Soberats —trabajó en el policlínico Plaza de la Revolución— afirma que: “La atención médica ha sido desde entonces mucho más personalizada, accesible, con un enfoque preventivo (del cual no siempre somos conscientes) y una mayor proyección social.
“Hemos aprendido que es mejor tratar la enfermedad que sus complicaciones, evitarla que tratarla, y que es de mayor alcance promover estilos de vida saludables que enfrentar la exposición al riesgo. Se llega incluso a intuir e identificar posibles riesgos. Se constata cuánto conocimiento se requiere para lograr que no aparezca el daño o para que este se presente en su mínima expresión. Sencillamente: se aprende a prevenir”.