Quizás no haya otro organismo más criticado en Cuba que la Agricultura; ni siquiera la Serie Nacional de Béisbol, que desde su comienzo levanta tertulias en las esquinas, en los parques, centros de trabajo, en los estadios. La pelota dura solo unos meses, la comida se necesita cada tres horas.
Para el adecuado funcionamiento de las entidades del agro, en los últimos años se han diseñado múltiples políticas y desarrollado varios procesos de reordenamiento; pero tienen tal carga burocrática —algunas al parecer de difícil entendimiento— que al final devienen trabas, nudos, obstáculos, ineficiencias.
Hace más de 20 años, el General de Ejército Raúl Castro Ruz instó a desatar los nudos que frenan el desarrollo de las fuerzas productivas; sin embargo, la frase está como acabada de pronunciar. El Presidente cubano insiste en la necesidad de eliminar errores de planificación, la burocracia y la desorganización, que muchas veces generan incumplimientos en la gestión de la agricultura.
A ese razonamiento, los economistas han sumado otro: la falta de enfoques sistémicos que limitan y entorpecen el avance de las fuerzas productivas en el sector. El Encuentro nacional de productores agropecuarios, efectuado en septiembre último, confirmó la voluntad de quienes trabajan la tierra para producir más alimentos de calidad y en cantidades suficientes que garanticen la seguridad alimentaria; no obstante, reveló el lastre de las subjetividades en procesos vitales para la economía cubana.
Baste recordar que el 26 % de los planteamientos realizados en los encuentros de base se refirieron a la organización y funcionamiento de las estructuras agropecuarias, a lo que habría que agregar un sinnúmero de insuficiencias que se recogieron, como problemas del acopio y la comercialización, la producción, la economía y las finanzas, de la logística.
Las trabas no solo imperan de arriba hacia abajo, también las hay de abajo hacia arriba y para los lados; las ponen algunos usufructuarios que reciben tierras ociosas y no las explotan en el debido plazo o aquellos que obtienen créditos del Banco para una determinada producción e invierten el dinero en otra; así como las empresas y cooperativas que no controlan ni exigen por el cumplimiento de los contratos, hasta las que almacenan insumos productivos que se necesitan al lado del surco.
Los vaivenes de los precios de acopio a los frutos del agro desestimulan y crean incertidumbre en los productores. Este es un dilema que aflora cada año a pesar de los contratos, listas estatales o compromisos. Tal es el caso de la leche con destino a las bodegas, tal vez de la misma calidad de la que se lleva a la industria láctea, pero vale menos so pretexto de la falta de instrumental para hacerle las pruebas que la validen; o de los animales que se venden en los mataderos a menor precio que los comercializados a las empresas pecuarias. ¿Por qué debe pagar el productor?
Otro asunto que debe acabar de resolver la agricultura es la reducción del personal que no trabaja directamente en el campo, cuya cifra de 300 mil representa casi la tercera parte de todos los vinculados al sector. El nivel de burocracia que aún impera requiere, incluso, de profesionales dedicados a llevar estadísticas, hacer coordinaciones, visitar productores, escribir resoluciones, cuando podrían dar un valioso aporte a la producción.
El Buró Político aprobó la creación de las UBPC 20 años atrás, con un diseño que parecía perfecto. Tomaba en cuenta hasta la autonomía y el autoabastecimiento alimentario para sus miembros, mas las interpretaciones de sus preceptos fueron tan disímiles que ahora se transita por la implementación de nuevas medidas para “ajustar” su funcionamiento, algunas de las cuales no acaban de “aterrizar” en el surco o la vaquería.
Ha sido necesario dictar legislaciones para emparejar la base productiva y estimular formas socializadas de producción, como las propias UBPC y las estatales como las granjas. Mientras tanto, los agricultores están siempre a la espera de otras disposiciones que hagan más viable su labor y estimulen la vida en el campo.
Los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido son claros en cuanto a las transformaciones exigidas a un sector que, debiendo ser determinante para la economía nacional, solo aporta el 3 % del PIB. La agricultura está urgida de mecanismos de gestión que simplifiquen los vínculos entre la producción y el consumidor, aprovechen mejor las fortalezas del campo, abaraten las cosechas y liberen parte de los 2 mil millones de dólares que el Gobierno invierte en importar alimentos.