Mañana se celebrará el Día del economista y contador cubano, establecido en esa fecha porque el 26 de noviembre de 1959 el Comandante Ernesto Guevara de la Serna (Che) fue nombrado primer presidente del Banco Nacional de Cuba.
Lógicamente, será una jornada de festividad y reconocimientos para quienes tienen en su inteligencia y en sus manos un eslabón esencial de la vida del país, máxime en el actual momento, marcado por los ajustes y las transformaciones en búsqueda de la necesaria estabilidad y el imprescindible desarrollo económico.
Pero más que eso, la ocasión resultará ideal para considerar qué hacer a fin de mejorar el desempeño de los equipos económico-contables en cada entidad o centro, con el objetivo de consolidar lo alcanzado y avanzar sobre bases más sólidas y convincentes, situando la exigencia y el respeto profesional como premisas, y ocupando el lugar que le corresponde a la economía como ciencia protagonista en cualquier tipo de gestión y no un “actor secundario”, como la ven y utilizan en no pocos sitios.
Como he afirmado en otras ocasiones, el país está en deuda con los economistas, contadores y auditores, porque a pesar de la notable insistencia discursiva de la trascendencia de su papel en la materialización de proyectos y en los destinos de la nación, no tienen aún el espacio que les corresponde y que se han ganado por su labor siempre abnegada y marcada por el conocimiento y dominio profesional.
Y no me detendré en las condiciones de muchos de los locales donde trabajan esos especialistas o si les suministran con la periodicidad y en las cantidades debidas —como resulta indispensable— los recursos y materiales para el desempeño de sus funciones, sino en la utilidad real que les dan las direcciones de las entidades a los controles, análisis y advertencias que ellos realizan.
No es un secreto, como muy bien advirtió un lector recientemente en un periódico de circulación nacional, que muchos directivos quieren, por ejemplo, “buenos” contadores. Pero el calificativo no obedece a que sean eficientes y eficaces en el ejercicio de sus funciones, sino a que mantengan al día los controles, pero “sin atravesarse ni oponerse a sus decisiones, sin interferir en el quehacer”. Algo así como “estar pintados en la pared”.
Y él preguntaba: ¿Cuántas veces los directivos se reúnen con los especialistas económicos para conocer del estado de la gestión y la situación financiera de la entidad?
No resulta exagerado apuntar que en más de una ocasión, en funciones periodísticas, preguntamos a un director cómo está la salud de la economía de la empresa y ni corto ni perezoso le indica a la secretaria que le localice al subdirector encargado o al contador principal. ¿Cómo es posible que él no domine los elementos esenciales?
Esas, entre otras causas, no hacen más atractivas las especialidades afines para que los jóvenes las estudien en las universidades del país, a pesar de la extraordinaria significación que tienen. Según datos publicados en la edición No. 37 (III época) de la Revista Bimestral Cubana de la Sociedad Económica de Amigos del País, hasta el año 2011 habían egresado de la enseñanza superior 41 mil 170 licenciados en Contabilidad y 36 mil 29 en Economía, cifras que superan, por ejemplo, a las de las ingenierías Química, Industrial, Hidráulica y Civil, a Arquitectura, Veterinaria, Agronomía, Derecho y Psicología. No obstante, debe preguntarse: ¿Se mantienen todos vinculados laboralmente a lo que cursaron? Valdría la pena investigarlo.
El Lineamiento No. 08 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución establece que: “El incremento de facultades a las direcciones de las entidades estará asociado a la elevación de su responsabilidad sobre la eficiencia, eficacia y control en el empleo del personal, los recursos materiales y financieros que manejan; unido a la necesidad de exigir la responsabilidad a aquellos directivos que con decisiones, acciones u omisiones ocasionen daños y perjuicios a la economía”. Su implementación y cumplimiento no puede prescindir de la materialización del papel y las acciones que les corresponden a los especialistas integrantes de los equipos económico-contables.
El pasado año, por igual celebración, aseveramos en estas propias páginas que había llegado verdaderamente la hora de los economistas cubanos. Hoy lo reafirmamos con más énfasis aún, pues a medida que avanza el reforzamiento de la planificación, la ampliación de modelos de gestión; los cambios estructurales, funcionales, organizativos y económicos del sistema empresarial, y la intensificación del control, la labor de ellos y sus conocimientos se hacen cada vez más imprescindibles.
Acerca del autor
Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.