“Mucha gente tiene equipos rotos, pero no los traen porque les falta el dinero. Las familias están acudiendo de nuevo al fogón de petróleo, a las balitas de gas…, porque les resulta más económico”, dice Ernesto Rodríguez Sánchez, mecánico de un taller de electrónica del municipio de Las Tunas.
Y su tesis, lo aclara, nada tiene que ver con una rigurosa investigación, la sustenta en el número cada vez menor de personas que acuden a solicitar esos servicios y a los comentarios de no poca cantidad de clientes insatisfechos con estas prestaciones.
Emilia Bodaños López, la recepcionista, coincide con los criterios de Ernesto y agrega otras problemáticas: “Todavía escasean las piezas de repuesto”, y enumera como deficitarias y muy demandadas las de las ollas eléctricas de presión como las juntas, taimer (relojes), termostatos, persostatos, límites de temperatura…, y de las chinas que no usan corriente: juntas, válvulas, mangos…
Amanda Bueno, de la comunidad Puerto de Manatí, en el municipio homónimo del norte tunero, lamenta: “Ahora mismo tengo todas las cosas rotas: las ollas reina y arrocera, y la hornilla eléctrica no tiene resistencia. Le pregunto a cada rato al mecánico del punto y siempre dice que no hay de nada”.
Y es cierta la penuria de incontables propietarios de los más de 300 módulos de cocción de alimentos vendidos en esa zona. Lo confirman las palabras de Alberto Ramos López, delegado de la circunscripción 58 de esta zona costera: “Aquí hay un tallercito con un técnico, pero casi nunca hay piezas, a pesar de que es grande la demanda de juntas de ollas y de resistencias para las hornillas eléctricas”.
En la ciudad, Orlando Rodríguez Carmenate cuestiona las informaciones dadas por autoridades nacionales en el programa Haciendo Radio, de Rebelde, “pues, asegura, hablaron muy bien del abastecimiento de piezas y de los mecanismos creados para atender las necesidades, que incluyen las gestiones en los propios talleres sobre la ubicación de lo solicitado para orientar a la gente. Eso no se ajusta a la realidad”, sostiene categórico.
La otra cara de la moneda
Mientras, en las oficinas de ese establecimiento y de la Empresa Provincial de Servicios se respiran aires de optimismo, que lamentablemente no oxigenan igual la salud espiritual de gran parte de los ciudadanos que buscan solución a sus problemas.
Adolfo Rodríguez Cano, administrador del mencionado taller, confirma que todos los meses, entre el 10 y el 15, reciben abastecimientos de piezas por lo que considera hay mejoría en relación con otros años, “pero, reconoce, todavía los suministros no están acordes con la demanda”.
María Teresa Salgado Cepero, especialista Comercial de la Empresa de Servicios en la provincia, lleva a punta de lápiz las entradas y salidas de partes y piezas. Ella afirma que atrás han quedado los grandes déficits, “todavía los hay, pero son mínimos si comparamos la situación de hoy con la de hace algunos años”, y muestra guarimos que validan sus aseveraciones.
“Es cierto que de los 298 renglones pertenecientes a las ollas eléctricas de presión, incluida la china normal y las hornillas, hasta octubre de este año estaba la demanda cubierta en 77, mientras los otros reportan atrasos o incumplimientos. Antes la situación era peor”, asevera.
En tanto, Yaniel Sosa Maceo, jefe de departamento en la Empresa Comercializadora de Equipos, Piezas y Accesorios Electrodomésticos que atiende esta actividad en la región oriental desde Camagüey, pondera las producciones nacionales de cables de línea y de recipientes internos con tapas de ollas arroceras como muestras del esfuerzo estatal encaminado a buscar soluciones propias a estas problemáticas.
¿Los recursos o el hombre?
Las indagaciones corroboran que existen múltiples insatisfacciones, algunas más allá de los desabastecimientos, pues a veces los necesitados encuentran en puntos callejeros de reparaciones, a precios superiores a los establecidos en listado oficial, determinadas piezas que llegan y salen muy rápido de los talleres instituidos por el Estado.
“Es indudable que se ha mejorado”, reitera María Teresa, y enfatiza que “en algunos casos más que la falta de recursos es la mala actuación del hombre o la mujer en los talleres, que incumplen el encargo estatal de contribuir a la localización en el municipio –como es tradicional en las farmacias- de existir el medio solicitado; y, de controlar y reportar la demanda para actualizar el sistema de reaprovisionamiento, herramienta esencial en el propósito de conocer las necesidades de los clientes y planificar las solicitudes en correspondencia con ella. También en lugares distantes, que son atendidos por extensión, falta agilidad”.
La escucho y recuerdo a Amanda, la vecina del Puerto de Manatí, quien casi en un acto de magia, tan pronto como inicié estas pesquisas encontró la anhelada resistencia en el mismísimo punto del barrio.
“En ese esfuerzo del país por el mejoramiento de estos servicios es importante que el propietario conozca el modelo de su equipo, pues hay 10 de ollas reina y cinco de las arroceras; así como, determinadas piezas que son compatibles. Ese dominio facilita las atenciones”, explica Elvin Castillo, director de la Empresa de Servicios en el municipio de Las Tunas.
¿Vuelta atrás?
Solo la eficaz conjunción de los factores humanos y materiales evitará el retroceso de un programa que se vislumbraba como una solución de futuro y en la inmensa mayoría de los hogares cubanos fue bien recibido, principalmente por las mujeres; quienes vieron borradas las huellas del hollín, del petróleo, el carbón o la leña en los sitios más recónditos, hasta donde llegaron estos beneficios.
Pero de entonces acá han pasado unos ocho años y el tiempo no perdona. No existe una estrategia de reposición, lo que sumado a las deficientes redes eléctricas interiores, los excesos familiares en el uso de estos medios que transgreden los fines para los cuales fueron diseñados y las grandes erogaciones que significan sus reparaciones son causas motivadoras de una vuelta atrás.